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El Parador de El Saler, ubicado entre el lago que supone La Albufera de Valencia y el mar Mediterráneo, es uno de los lugares donde uno puede entrar en contacto con la identidad levantina de una forma más nítida. La flora y fauna -donde destacan las 300 especies de aves propias de este entorno- autóctona arropa al huésped en cada momento, ya sea desde las habitaciones durante el amanecer, paseando de camino a la piscina o jugando al golf en los campos del complejo. Una conexión total con un paisaje incomparable en el que el único mandamiento del parador es hacer que esta experiencia se desarrolle desde un punto de vista sostenible y de respeto al medioambiente.
Mención especial merece Xaloc, la habitación número 122 y que es la habitación única en este alojamiento de la cadena hotelera pública. Las grandes dimensiones de la estancia, el jacuzzi de la terraza o las impresionantes vistas del entorno, con el Mediterráneo de fondo, hace comprensible que los clientes que se alojan en Xaloc no quieran oír hablar de abandonarla. Además, el personal del hotel siempre está disponible para poder subir el desayuno a la propia cama o una botella de cava con la que relajarse mientras se notan las burbujas del jacuzzi.
En cuanto a la gastronomía del Parador de El Saler, el arroz bomba de La Albufera es el protagonista indiscutible. Ya el del senyoret, el de pato con pimientos o el arroz con bogavante, lo cierto es que todas las recetas resultan ejecutadas con maestría. Además, hay que mencionar el sabor excepcional que tiene el zumo de naranja del desayuno, sobre durante la temporada que abarca de diciembre a marzo.
Malibú tiene una sede en la costa alicantina. Eso es lo parece decir ‘La Nucía Palms’, el hotel de Barceló en el que el nivel de elegancia se desborda a través de una rica combinación de vegetación mediterránea y caribeña, y una paleta de colores llamativos, pero sosegados. Tres piscinas ocupan el espacio central -una de ellas especialmente indicada para hacer largos- del recinto, donde hasta 148 habitaciones se distribuyen por la pendiente en la que está construido el hotel. Además, existe la alternativa de alojarse en el ‘Barceló La Nucía Hills’, donde se dispone de 94 apartamentos con terraza privada o jardín.
La propuesta gastronómica de ‘La Nucía Palms’ es uno de los grandes atractivos del hotel, ya que su tapas viajeras combina las cocinas de España y Latinoamérica de forma armónica. Así podemos encontrar platos como las croquetas de ropa vieja cubana, una causa limeña con pulpo y mayonesa de olivas del cuquillo -una variedad muy popular en la zona- o quesadilla de ternera guisada, recetas creadas gracias al interés del chef alicantino Salvador Sendra por los sabores de más allá del Atlántico.
Alojarse en el ‘Hotel Boutique Alicante Palacete S. XVII’ significa dormir en un pedazo de historia alicantina. Este palacete decimonónico pasó años en el anonimato hasta que los hermanos Castillo -empresarios hosteleros de la provincia- decidieron comprarlo y acometer la rehabilitación del inmueble. El resultado es un concepto prácticamente único en la ciudad, ya que apenas existen otros ejemplos de hotel-boutique o indicados solo para adultos, en el que se ha procurado mantener la esencia señorial de este edificio, valga como ejemplo el mantenimiento íntegro de la escalera central del edificio, declarada como Bien Protegido.
Su céntrica ubicación lo convierten en una opción ideal para poder recorrer Alicante a pie y visitar todos los must en trayectos cortos. Además, la vista desde las ventanas de las habitaciones o la terraza del hotel a la colindante Concatedral de San Nicolás brindará uno de los atardeceres más hermosos de la ciudad.
A pesar de que la Comunidad Valenciana está asociada al turismo costero, lo cierto es que su interior guarda algunas de las zonas montañosas más hermosas de la península, sobresaliendo entre ellas la Sierra de Espadán. Es aquí donde se encuentra el hotel ‘Mar de Fulles’, un lugar en el que la ecología, la sostenibilidad y la eficiencia energética se conjugan para crear una atmósfera en la que el estrés y la rutina queden fuera del recinto. Para ello se valen de una serie de placas fotovoltáicas y circuitos de agua del pozo propio, apliando así la falta de acceso a infraestructuras convencionales.
Solo diez habitaciones y un albergue conforman la oferta del hotel. En ellas prima el estilo lagom sueco con todas las comodidades, eso sí, teniendo en cuenta los factores de sostenibilidad, un aspecto también tenido en cuenta en la infinity pool, cuyo tratamiento es salino en lugar de emplear cloro. Su oferta gastronómica, como no podía ser de otra forma, también se basa en productos de kilómetro cero y de su propio huerto, mostrando respeto tanto por el ciclo natural de los alimentos como por una tierra y unos proveedores que en el hotel se tratan con la ética personal que merece este espíritu ecológico.
Entre las coloridas fachadas del casco histórico de Villajoyosa, hay una que destaca con luz propia: la de color amarillo pastel tras la que se encuentra ‘Vilamassalia’. Se trata de un hotel-boutique perfectamente integrado en la muralla de la localidad -siglo XVI-, declarada Bien de Interés Cultural. En sus 17 habitaciones no faltan detalles originales, como los techos altos, las vigas de madera y la piedra de la propia muralla, combinados con una buena dosis de interiorismo moderno y minimalista. Todo gracias a una gran labor de diseño en la que ha participado, incluso, el servicio municipal de arqueología.
El restaurante ‘D-Roca’ es el otro vértice del proyecto en el que Toni Mayor, chef de ‘Taverna El Pòsit’ (Solete Guía Repsol), despliega una carta internacional plagada de recetas icónicas y aprecio al producto local. Aquí se pueden degustar especialidades como el solomillo Rossini con Wellington de setas y foie, un pichón perigourdine o un magret de pato a la naranja maridados con referencias de la tierra, donde destacan cavas de Utiel-Requena y caldos de bodegas consolidadas.
El pueblo blanco de Altea tiene un lugar reservado para aquellas parejas que buscan huir del ajetreo y la masificación que a veces se da en la localidad. Subiendo por sus cuestas empedradas se llega hasta el oasis de tranquilidad que resulta el hotel ‘La Serena’, una antigua escuela reconvertida en alojamiento adults only en el que la desconexión está garantizada.
Las tres plantas del edificio albergan once habitaciones entre las que resalta la suite, un espacio de estética minimalista con bañera junto a la cama y un balcón desde el que admirar las vistas de Altea, con la silueta rocosa de Bernia, las casas de Altea y la torre de la iglesia de Nuestra Señora del Consuelo como referencias para los clientes. Además, la piscina y el spa se convierten en el reducto ideal para protegerse de las altas temperaturas durante los días más calurosos del verano.
Para aquellos que buscan un lugar único en el que alojarse, el hotel ‘Neptuno’ debe formar parte de la lista de alojamientos. No solo por sus más de 40 habitaciones con personalidad propia -entre las que hay que destacar sus dos amplias suites con salón y jacuzzi privado, tres junior suite y tres premium-, sino porque pasear por los propios pasillos del hotel se convierte en una experiencia cultural gracias a las obras de artistas como Antonio de Felipe, Juan García Ripollés o Josean Vilar que decoran el inmueble.
Este hotel urbano, que vió cómo pasaban por delante de su puerta los coches de Fórmula 1 cuando se celebraban las carreras en Valencia, tiene la virtud de hallarse en la primera línea de la playa Arenas, con lo que en apenas unos pasos sus clientes pueden pasar del museo a las aguas del Mediterráneo. De ese mismo mar es de donde viene gran parte de los productos que conforman la carta de ‘Tridente’, el restaurante del hotel, donde los arroces y los pescados frescos son ineludibles tras haber pasado la mañana tomando el sol levantino.
La máxima parece solo una: aglutinar medio mundo en un hotel al tiempo que se ensalza el valor de lo local. El hotel ‘Nomad’ de Jávea es la viva imagen de la experiencia viajera de sus propietarios, Dieter Roelen y Mónica Mascarós, quienes han visitado los cinco continentes gracias a su experiencia laboral y de donde han recolectado el bagaje necesario para hacer que en su alojamiento no falte el más mínimo detalle para cualquier cliente. La rehabilitación de los edificios en los que se encuentra el hotel se ha hecho en base a los principios de la bioarquitectura, profundizando en el espíritu sostenible que vislumbra el guiño a los nómadas de su nombre.
De vuelta al culto a lo local, además de diferentes piezas del mobiliario que decora las estancias, hay que hacer especial hincapié en la nutrida despensa del restaurante del hotel, en la que no faltan productos icónicos de la huerta y la lonja de la Marina Alta. Tanto en los menús -Discover y Explorer- como en la carta no faltan pescados y arroces propios de esta tierra, aunque hay que mencionar la influencia que se aprecia de la cocina francesa y la propia de la Provenza. Asimismo, la carta de vinos parece recopilar las mejores referencias vinícolas de la zona, con caldos procedentes de las D.O.Valencia, Alicante, Yecla o Utiel-Requena.
Xavier Grunder es suizo y Miia Tyynelä, finlandesa, y ambos son los propietarios del hostal ‘Dios está bien’, un bed & breakfast con encanto ubicado en el entramado medieval que resulta el casco histórico de Peñíscola. Se trata de un alojamiento multicultural no solo por el hecho de que sus propietarios sean extranjeros, sino porque aquí se combinan nacionalidades de toda Europa con un número creciente de turistas nacionales que quieren descubrir la historia de esta localidad castellonense.
Las habitaciones, bautizadas cada una de ellas con nombres propios, son todas diferentes entre sí y durante Rocart, el Festival de Arte y cultura de Peñíscola, el hostal se convierte en una galería de arte al exhibir algunas de las obras que forman parte del evento. Por otro lado, además de servir un completísimo desayuno, en el que no faltan productos propios de la tierra de Xavier o Miia y de los alrededores de Peñíscola, también se pueden probar platos como su sandwich americano de roastbeef -o vegetariano con falafel- o tostas con sobrasada, queso de cabra y miel a la hora de la merienda o la cena en el espacio dedicado a ‘La Terraza de Benedictus XIII’.
Entre la sierra de Aitana y la Serrella se ubica uno de los conceptos hoteleros que más galardones ha recibido en nuestros país en los últimos años: el hotel ‘Vivood’. Se trata de un complejo creado en base a una serie de módulos en los que el lujo y la sostenibilidad se dan la mano. Estos espacios, ideados en un principio como soluciones ante catástrofes naturales, están diseñados en forma de estructuras plegables sobre el suelo y cuentan con tres tipologías: la suite doble, la pool suite y las villas. Estas últimas son las más codiciadas, ya que cuentan con salón, piscina infinity al aire libre o pantalla con proyector. Un lujo del que es difícil despegarse.
Sin embargo, en caso de conseguir escapar de la atracción de las sábanas, el complejo brinda la posibilidad de pasar el rato en el spa -que cuenta con sauna y dos flotarium, entre otras instalaciones-, probar un cóctel en el pool bar o degustar alguna de las especialidades del restaurante, en las que priman las recetas tradicionales de la Marina Baja.
En la Jávea más residencial, la localidad que enamoró al pintor Joaquín Sorolla, se halla un conjunto de villas en el que no falta ninguna de las comodidades de un hotel. En ‘El Rodat’ la libertad de apetencias está garantizada. Cada una de sus 64 villas privadas y 42 habitaciones cuenta con todo lo necesario para garantizar la privacidad y relax una escapada a este enclave costero. La decoración mediterránea se entremezcla con el olor a romero y limón que dominan los caminos que llevan al spa -un baño turco procedente de Libia-, la piscina y las pistas de tenis o pádel.
Su propuesta gastronómica no podría ser más alicantina, ya que ‘La Arrocería’, el restaurante ubicado en la segunda planta del edificio de la recepción, ofrece hasta 14 recetas distintas elaboradas con este icono de la terreta. Por las noches es más habitual encontrar a los clientes en el restaurante homónimo del hotel, en el salón de la primera planta, donde los tres menús degustación se basan en el pescado mediterráneo con platos en los que los salazones, morralets (pequeñas sepias), morena frita, piel de llus o salmonetes muestran la variedad de sabores y texturas que salen de estas aguas.
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