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Su nombre juega con el concepto de sui generis (“sin género”, en latín) y habitaciones de diseño, resumiendo esa curiosa mezcla que a cada huésped le produce diferentes sensaciones. “Es como estar alojado en una escultura gigante repleta de líneas orgánicas”, explica su propietario, el cordobés Manuel Marín. Cuando llegamos hasta la puerta del ‘Hotel Suite Generis’ nos asombramos en el zaguán de este coqueto laberinto blanco de curvas imposibles.
Aquí no encontrarás ni un solo cuadro en las paredes. Líneas puras, luz y todo blanco. Una gran rama de olivo fosilizada aporta a la recepción un toque aún más orgánico, si cabe. “Queda muy bonita y no genera suciedad”, dice Manuel, señalando la pieza, mientras en todo el espacio suena una suave sesión de música ibicenca que transforma también la recepción en una especie de sala lounge para los huéspedes.
“Los espacios los iluminamos con claraboyas y cráteres, y en las estancias los ventanales dan a tres calles, según la habitación que elijas”, sigue explicando al tiempo que nos prepara con tranquilidad un café de bienvenida -o un té- en este espacio, en el que también existe un dispensador de “agua fresca de kilómetro cero”. Otro ritual, el de tomarse el tiempo sin prisas, muy mediterráneo. “Esta agua se filtra, se refresca y la ofrecemos a nuestros huéspedes en botellas serigrafiadas con nuestro logo. El objetivo es dejar de usar botellas de plástico lo antes posible”, indica.
Segunda idea importante: este es un hotel sostenible, con una clara apuesta por el ahorro energético, un hecho que vamos comprobando a medida que nos vamos sintiendo más cómodos en el que será nuestro nuevo hogar en Córdoba. “Hoy día es inviable abrir un hotel que no tenga ese espíritu de sostenibilidad”, señala Manuel, quien, con una gran sonrisa, va dando la bienvenida a otros huéspedes que llegan de lugares diferentes del mundo. Desde Dinamarca, una pareja, ella china y él danés, confiesa que vienen a pasar un par de días románticos en la ciudad. Otra pareja, esta de chicos, acaba de llegar desde Madrid y nos explica lo mucho que están disfrutando la tranquilidad que se respira en el hotel -sí, es un hotel solo para adultos-.
A Manuel lo vemos tomarse su tiempo con cada uno de los viajeros. Abre un mapa de Córdoba sobre una de las mesitas de la zona lounge de la entrada, ofrece una bebida y les explica dónde nos encontramos exactamente y qué puede resultarles interesante en función a sus intereses. El casco histórico de Córdoba a veces puede resultar un pequeño laberinto.
Lo que hoy vemos convertido en este peculiar alojamiento que da a tres calles, una de ellas con un nombre tan sugerente como Juramento, fue una antigua casa de una familia de industriales cordobeses. “Estuvo cerrada durante 30 años hasta que la compramos, y el primer arquitecto con el que trabajamos no entendía lo que queríamos. Menos mal que dimos con Eugenio González, el segundo arquitecto, que fue el que realizó esta obra tan valiente. Nos decía sí a todo”, recuerda Marín.
Cuando subimos a las habitaciones de la primera planta, la 10, la 5 y la 6, sobre todo, tienen un baño de luz maravilloso. Pero, además, el sol entra en esta especie de espiral blanca desde la azotea, dándole a todo un toque mágico. Desde el balcón de mi habitación puedo observar el trajín de las calles del centro. Todo está lo suficientemente cerca como para ir andando desde el hotel y esto, en Córdoba, es otro acierto.
La televisión es como un cuadro, una obra de arte de la que puedes elegir el motivo con un futurista mando a distancia. Dentro de poco, según cuenta Manuel, podremos contar con obras de los jóvenes talentos de la Escuela de Artes y Oficios Mateo Inurria, fotografías que se podrán disfrutar en estas pantallas. Además, el hotel también es uno de los patrocinadores de La Ciudad de las Ideas, unas residencias internacionales de apoyo a la creación con becas a los artistas y que pretenden convertir a Córdoba en un referente de las letras, la gastronomía y las artes escénicas a nivel nacional. De momento este patrocinio les ha traído a figuras de la talla del reconocido diseñador cordobés Alejandro Gómez Palomo, de Palomo Spain. “Es una persona muy cercana”, recuerda Manuel.
Cuando llega la noche, para alguien que viene de una gran ciudad, el silencio que se respira en todos los espacios vale su peso en oro. La cama es realmente cómoda y no se oye ni un ruido. Parece mentira que estemos en pleno centro histórico de Córdoba y que la bulliciosa Plaza de la Corredera se encuentre a escasos cinco minutos andando. Por las mañanas, la música que envuelve el hotel también está cuidada. No es estridente; resulta agradable. Son sesiones de música electrónica suave que Manuel elige personalmente.
Antes de salir a desayunar subimos a la azotea, donde pronto se ofrecerán los desayunos que, de momento, se hacen en la plaza antes mencionada. Ver los tejados de Córdoba y disfrutar de este sol mañanero es otro de esos pequeños lujos. Estamos rodeados de iglesias aquí y allá: el coqueto campanario amarillo de la ermita del Socorro, con sus dos campanas desiguales; las iglesias del Salvador y de San Pablo y, al fondo, la de Santa Victoria, un templo neoclásico que durante estos meses abre sus puertas. Una vista de 360 grados de la ciudad.
Varios naranjos salpican la azotea. “Los cítricos y las buganvillas aguantan bien el sol de Córdoba”, nos explica Manuel. “Aquí todas las plantas son autóctonas”. En una esquina, una higuera muestra tímidamente sus pequeños brotes, que nos parecen estar diciendo que ya se acabó el frío y que, al menos en Córdoba, ya ha llegado la primavera.
Decididos a experimentar la estación más romántica sin prisas, damos unos pasos que nos separan del lugar del desayuno, una terraza en la rectangular plaza de estilo castellano, única en su especie en Andalucía, y rodeada de pórticos.
Desayunamos en ‘Mari Paz’ que, según nos cuentan, es uno de los mejores sitios para comer los clásicos churros y jeringos de Córdoba con chocolate, así que decidimos no perdérnoslos. Además, tampoco vamos a resistirnos a probar las tostadas de molletes, aceite de oliva virgen extra y pizquitos de jamón que vemos sobre algunas mesas. La elección nos deja satisfechos.
Volvemos al hotel. Es hora de prepararnos para salir y llenarnos el corazón de estos rincones románticos que tiene la ciudad. El plan es dejarse llevar por la ciudad Patrimonio de la Humanidad a través de uno de los cascos históricos más bellos y sorprendentes de Europa. Nuestra suerte: que nuestro hotel-escultura está cerca para echar, si nos apetece, una buena siesta para reponer fuerzas. Tenemos todo el fin de semana por delante. Por fin… aquí el tiempo es nuestro.