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"Este hotel está concebido pensando en las mujeres. Mi suegra, Mery, se quejaba mucho cuando salía de vacaciones porque siempre le tocaba trabajar en el apartamento: haciendo las camas, limpiando las habitaciones, cocinando... Por eso su marido decidió montar un complejo de villas para huéspedes, pero con todas las comodidades y servicios de un hotel".
Elena Tellechea, la directora de 'El Rodat', lleva con orgullo esa impronta matriarcal que se respira en el complejo hotelero. Esta surfista madrileña, que dejó Tarifa para coger la ola del negocio tras la jubilación del suegro, Carlos Madrigal, presume "de la gran familia que conformamos todos los empleados, unos 40 de media. De ahí el nombre de nuestro hotel, rodat (redondo, en valenciano), algo que envuelve y acoge al que se adentra en él".
El complejo, situado en una zona tranquila y residencial de Jávea (a 5 kilómetros del casco urbano y a 2 de la playa del Arenal), lo integran, además de 64 villas privadas –algunas de las cuales se alquilan por temporadas a través del hotel–, unas 42 habitaciones abiertas a finales de los noventa del siglo pasado. "Todas tienen una decoración muy mediterránea, con suelos de barro cocido, baños con elementos de tosca, una roca porosa y dorada que se da en esta zona de la Marina Alta, sábanas de hilo y dosel en las camas, apliques de un orfebre javiense y muebles de caoba también de un vecino de la zona.
Las habitaciones se dividen en tres tipos. Hay cuatro gran suites, con una gran terraza con vistas al Parque Natural del Montgó, al pueblo costero y al cabo de San Antonio, que muchas veces retrató el pintor Joaquín Sorolla. 30 suites junior, con saloncito –equipado con sofá cama, lo que permite una ocupación máxima de cuatro personas– y habitación integrados en el mismo entorno y una pequeña terraza; y, por último, 8 habitaciones dobles, con terraza ajardinada "ideales para familias con niños y mascotas; son las más frescas en verano".
Fuera de las habitaciones, el olor a romero, tomillo y lavanda invade el ambiente. Los limoneros y palmeras dan sombra, mientras que los tonos morados, rojos y amarillos de las buganvillas se hacen protagonistas de los jardines. En esa zona están salpicadas las esculturas de hierro del escultor Toni Marí Sart, responsable del forjado de puertas y ventanas del spa. "Hace ocho años la abrimos. Mi suegro se enamoró de un baño turco que vio en Libia y se lo hizo traer desde allí".
Paredes de pizarra y laja negra, además de la sauna húmeda, está la seca, piscina climatizada, jacuzzi con colorterapia, solárium y cabinas de masajes, donde se puede relajar el huésped con más de doce tipos de masajes, algunos de ellos basados en la técnica ayurveda, de origen en la India. "Uno de los más demandados es el shirodhara, que consiste en un flujo continuo de aceite tibio medicinal sobre la frente durante unos 30 minutos", explica Yaira, una de las encargadas del spa.
Para los que quieran disfrutar de los días soleados, también hay una piscina exterior –abierta todo el año–, pistas de tenis y pádel. En las zonas ajardinadas se organizan eventos y bodas, con vistas al cabo de San Antonio, "una estampa maravillosa para los novios locales". Entre los clientes, según reconoce Elena, hay mucho turista inglés, francés y belga. De hecho, más del 50 % de la población censada en esta localidad alicantina es extranjera.
Muchos de estos clientes son habituales al mediodía en el salón de la segunda planta del edificio de la recepción, donde se sirven los desayunos buffet y la muy alicantina carta del restaurante 'La Arrocería'. Hasta catorce arroces que salen de la cocina que dirige el chef Nazario Cano, desde los clásicos como el a banda, el negro, con bogavante, el meloso con alcachofa y calamar, o con productos que llegan directamente de la lonja de Jávea, a la que va a comprar casi todos los días el cocinero, como el de galera y ajos tiernos, sepionens y embutido regional o de espinacas y capellanes. Para los golosos, una variedad de postres como la mentireta(turrón, café, limón y el sequillo alicantino); el agua de Valencia (chocolate blanco, naranjas, jengibre y lichis) o el pan torrat con chocolate y aceite de picual.
Por la noche son más habituales los clientes, huéspedes o no, en el salón de la primera planta donde se aloja el restaurante homónimo del hotel. Aquí, Nazario ofrece tres menús degustación con el mar como absoluto protagonista de todos los pases. "Defiendo mucho el producto, trato de ponerlo en valor. El Mediterráneo nos da muchos tesoros y yo trato de sacarles el mayor partido". Nazario, al que no es raro verle por las mañanas en el Mercat Municipal de Jávea, en la lonja o en alguna de las calas de la comarca de la Marina Alta, ya ayudaba con 12 años a su padre en las cocinas del primer restaurante con estrella Michelín en Alicante.
Salazones, morralets (pequeñas sepias), morena frita, gambusi, piel de llus, salmonetes, galeras, quisquillas, gamba roja, caracoles de mar, anémonas (la ortiga de mar) o su afamada pescadilla encurtida con pil-pil. De la tierra, las alcachofas de la huerta alicantina, la morcilla d'Ontinyent –para ahumar el atún–, la salmorreta que envuele el helado de salmorejo o los encurtidos de zanahorias, pepino y berenjenas, con algunos toques potentes de especias del otro lado del Atlántico, herencia de su estancia durante cinco años en Perú.
Para los clientes gastrocuriosos, el hotel ofrece unas master class a cargo de Nazario, para grupos de hasta diez personas, en las que entre el turno de comida y cena el cocinero alicantino muestra cómo preparar en casa uno de sus platos. Toda una experiencia para completar este relajante hospedaje.