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Basta un breve paseo por el centro histórico de Alicante para darse cuenta del mimo con el que se ha dado una nueva vida a algunos de sus edificios. Uno de ellos es el ‘Hotel Boutique Alicante Palacete S. XVII’. Detrás del proyecto están los emprendedores hermanos Castillo: siempre cuentan que el edificio que ahora ocupa el hotel estaba medio abandonado. “Ocultaba tanta belleza y sensibilidad detrás de su fachada, descuidada y olvidada en el tiempo, que soñábamos despiertos con convertirlo en un hotel diferente, exclusivo y único”, nos cuentan.
Fueron pioneros, ya que en Alicante no existía ningún hotel-boutique ni conceptos hoteleros solo para adultos. Aunque ellos comenzaron su periplo empresarial en 1990 y no en el sector de la hostelería, ahora son propietarios de tres hoteles históricos en la provincia que encarnan tres conceptos muy diferentes.
Los Castillo, además del ‘Hotel Boutique Alicante Palacete S. XVII’, también han creado el ‘Hotel La Carrasqueta’, al lado de un pozo de nieve del siglo XIX que ahora es un acogedor hotel de montaña -con chimenea, claro-, y el ‘Hotel Boutique Isla Tabarca’, en la que era la antigua Casa del Gobernador, del siglo XVIII, en la única isla habitada de la Comunidad Valenciana, bañada por el Mediterráneo y a pocos kilómetros en barco de la ciudad alicantina.
La exquisita y cuidada restauración del antiguo palacete, hoy hotel de 17 habitaciones, ha sido obra de su interiorista Zdenka, del estudio valenciano HUP Interiorismo & Diseño, “una genio que vio desde el primer momento lo que podíamos conseguir”, reconocen. Esa decoración tan singular se basa en el respeto por la historia del edificio, ya que no querían sacrificar ni un ápice de su esencia.
Para ello, recuperaron la piedra original del edificio y mantuvieron las rejas que se pueden apreciar en su fachada, así como elementos de un antiguo convento que ahora decoran su hall: vasijas antiguas, aperos de bronce y piezas únicas. El patio interior está adornado con todas las puertas originales y los suelos, hidráulicos y también los primigenios, resisten las pisadas y el paso del tiempo. También sorprenden sus geométricas lámparas o las obras de arte que decoran sus paredes, tanto de los espacios comunes como de las habitaciones.
La divulgación artística es parte de la identidad y misión de este histórico hotel, que acerca el arte a sus huéspedes para que lo disfruten durante su estancia. La escalera central del edificio es Bien Protegido y, con ella como hilo conductor, han creado la llamada “escalera cultural”. Utilizando su sillería como tapiz, acogen regularmente diferentes exposiciones de fotografía, escultura y pintura. La última de ellas del artista plástico José Cerezo, aunque también ofrecen una exposición permanente de Patricia Caldevilla. Y en el hall del hotel incluso organizan conciertos de guitarra española o de piano a la luz de las velas.
Pero en el ‘Hotel Boutique Alicante Palacete S. XVII’ también se puede hacer mucha vida al aire libre: la terraza del ático, uno de los lugares más especiales del hotel, es un regalo para todo aquel que se aloje aquí. Y con vía libre, ya que se puede desayunar, comer, leer… y soñar.
Desde ella se puede contemplar, frente por frente, la cúpula de la Concatedral de San Nicolás, la ermita del pintoresco barrio alicantino de Santa Cruz, el Reloj del Ayuntamiento, y, sobre todo, La Cara del Moro, en el Castillo de Santa Bárbara, el gran orgullo alicantino. Dicen que más de uno ha pasado más tiempo en la azotea que en la habitación… y no nos extraña.
Aunque al llegar a la habitación, también esta nos atrapa: nada más entrar, sorprende la altura de sus techos, ya que han respetado los cinco metros de altura, así como las vigas originales de madera, las paredes de piedra y enfoscadas o los suelos. Los toques modernos los aportan los cabeceros o los amenities de la marca L’Occitane. El balcón de alguna de sus habitaciones es la atalaya perfecta para contemplar el impresionante muro de la concatedral, así como para entretenerse de buena mañana con la algarabía del barrio.
En la planta baja encontramos su cafetería, ‘El Palacete Coffee&Brunch’, abierta al público, aunque pensada prioritariamente para aquellos que se alojan en el hotel. ¿Sus normas? Cero estrés, aquí no existen las prisas. Su decoración tiene un estilo similar al del hotel, aunque también tintes industriales del norte de Europa y detalles más coloristas. Sus desayunos, elaborados con esa misma calma, están diseñados para el deleite lento: embutidos, bizcochos caseros, huevos poché o boles de yogur con fruta merecen tiempo de disfrute.
Tras el plácido desayuno, nos disponemos a recorrer a pie la capital alicantina, tan histórica y mediterránea. Pararemos en el mercado central, comeremos en alguna de sus barras y nos sentaremos a ver el atardecer desde el Castillo de Santa Bárbara: el mismo que ya hemos podido contemplar, a lo lejos, desde la azotea del hotel.