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Nada es lo que parece en este hotel ubicado en la plaza Mayor de Ayllón. Parece pequeño visto desde fuera con su estrecha fachada de ventanas azul grisáceo, pero no lo es. El alojamiento es grande, tiene 18 habitaciones y un impresionante patio interior. Parece, también desde fuera, tan antiguo como el pueblo y, sin embargo, el interior esconde una decoración moderna, sencilla y armoniosa donde la luz lo invade todo.
Teresa Buquerín, copropietaria de este negocio familiar, recibe a los clientes con esa sonrisa constante, que tanto se agradece y recompensa en el trabajo de hostelería. "Esto era una casa antigua que compró mi padre y en la que decidimos montar un negocio que al mismo tiempo le diera un lugar diferente al pueblo", asegura sentada en la terraza cubierta del patio. Cuenta tranquilamente cómo se orquestó hace siete años todo el conjunto, en el que se incluye un bar y restaurante, bien llamado 'El Patio'.
"Rehabilitamos la casa entera porque era muy antigua, pero se ha respetado la estructura original. Los arquitectos, Lucas y Hernández-Gil, también diseñaron algunos de los muebles, aunque todo se hizo con albañiles de la zona, un carpintero, un herrero…", explica la dueña. "También añadimos muebles antiguos de mis padres y otros traídos de fuera", como esos platos marroquíes que adornan las paredes del comedor o las mesas que se usan para el desayuno, también del país vecino.
Las ganas de contribuir a la economía local llevó, en un primer momento, a ofrecer a la venta todo "el mobiliario, artículos de decoración y obra gráfica" que hay en las habitaciones, con la colaboración de esos artesanos que trabajaron en la construcción de lo que hoy es el 'Hotel Ayllón'. Sin embargo, con el paso del tiempo se ha traducido más bien en que Teresa pasa a los clientes que lo deseen el contacto de los artistas. "Resulta difícil encargarse de la venta directa y, al final, es mejor así", asegura.
Entre la casi veintena de habitaciones hay cuatro suites, dos de ellas que dan a la plaza Mayor, con dos balcones desde los que se ve la Iglesia de San Miguel de Ayllón en una esquina, una preciosidad románica del siglo XII; y al fondo, el campanario de la Parroquia de Santa María majestuoso con sus cuatro campanas.
El resto de cuartos se articulan en torno al patio interior de la casa, que es mucho más que un rincón luminoso, como dice Teresa. "Las habitaciones normales son bastante amplias también. De hecho, menos dos que tengo con camas separadas, todas las demás tienen camas de 1,80 x 2 metros", explica como garantía de ese espacio. Algunas de las que dan a la galería también disponen de su balconcito con mesa y sillas, ideal para los días de sol.
En este patio, además de desayunar, también se puede comer o cenar junto a una chimenea que en tiempos fríos permanece casi siempre encendida, lo que proporciona un ambiente cálido, pero también íntimo y romántico al comedor, donde las plantas ocupan un lugar principal desde pequeñas, medianas y grandes macetas, e incluso, complementado todo por un jardín vertical en la parte techada de fuera, más alegre y vistoso en primavera. En la carta, reina la cocina castellana con productos de la zona, como el cordero lechal de Ayllón.
Ya en la habitación, la claridad vuelve a salpicar las paredes para quedarse hasta el anochecer. En las suites, se dispone de ducha –amplia y con una alcachofa generosa– y bañera, por si se prefiere un baño con tiempo. Un sofá y una mesita con dos sillas de madera invitan a leer, meditar o, simplemente, a mirar por los ventanales. El silencio solo queda roto cada hora por las campanadas del reloj del Ayuntamiento. Cuenta Teresa que "en el interior del hotel se buscó mucho usar materiales nobles y piedra (traída de una cantera en Sepúlveda). Todo para dar armonía, colores claros, intentado imprimir una sensación de luz y modernidad, pero respetando lo tradicional".
El desayuno se sirve en la parte más colorida del patio interior, cerca de la cocina. Es tipo bufé, si el hotel está lleno, o más personalizado cuando hay poca gente. Siempre se sirve "fruta, zumo y café" y luego lo que quieran los clientes, desde bollería a tostadas o huevos.
El alojamiento dispone de dos entradas, la del restaurante que da directamente a la plaza Mayor; o por la plaza Manuel de Falla, más íntima y recogida, pero con el mismo encanto que la otra principal. Desde ambas se visualiza lo mucho que ofrece la villa medieval antes de empezar a recorrerla. Cuando el viajero acabe de conocer y fotografiar Ayllón, muy cerca queda el Hayedo de Tejera Negra, de ocres imposibles en otoño; el Parque Natural Hoces del Río Riaza; o el Yacimiento de Tiermes, en Soria. Pero esto, solo si el huésped desea abandonar este rincón de luminosidad nórdica en la villa segoviana.