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Puede que haya pocos hoteles urbanos en Valencia que ganen a 'Neptuno' en cuanto a cercanía al mar. Este alojamiento boutique de 48 habitaciones hace honor a su nombre mirando de frente al Mediterráneo, en primera línea de la playa Arenas y a tan solo un paso del edificio Veles e Vents. Abrir la cortina de la habitación al amanecer promete un despertar paradisiaco entre palmeras donde el cielo anaranjado se mezcla en el horizonte con el azul de mar. No hay mejor forma de empezar el día.
'Neptuno' ocupa desde 2006 lo que antes era la casa de huéspedes de 'Casa Pepica', cuyo restaurante –afamado por sus tradicionales arroces– sigue estando pared con pared. Hoy, este hotel de 4 estrellas recibe al visitante con un hall elegante convertido en un pequeño museo de grandes cuadros de Audrey Hepburn y 'Marilyn Goldwyn Monroe' de Antonio de Felipe mezcladas con llamativas esculturas de bronce de Juan García Ripollés, buen amigo del empresario valenciano que está detrás de este alojamiento.
Obras de otros artistas valencianos como Miquel Navarro, Andreu Alfaro o Willy Ramos se cuelan en otros rincones de 'Neptuno', incluidas las habitaciones. También en el hueco del ascensor, donde la antigua cascada de agua se sustituyó por la obra Light Birds de Josean Vilar, "una matriz tridimensional de piezas suspendidas que danzan a merced de la brisa marina con un balanceo caprichoso e hipnótico evocando el movimiento subacuático de las columnas de algas o de los bancos de peces del océano", como explica el propio artista en su web.
Aunque el hotel abrió sus puertas hace 14 años, en 2019 se hizo una gran inversión para restaurar todas las habitaciones. Ofrecen dos amplias suites con salón y jacuzzi privado, tres junior suite, tres premium y 40 dobles. Todas con las comodidades necesarias para no echar nada en falta: desde televisores de pantalla plana –en las suites de alta gama–, modernas cafeteras, kettles para hacer infusiones, cargadores de móvil por contacto, completo minibar, aire acondicionado, caja fuerte para portátiles, WIFI y otras amenities. Hay estancias con bañeras de diseño, buenos colchones para descansar y cabeceros decorados con papel pintado que van desde los motivos marineros a los vegetales.
En los pasillos del hotel, una serie de fotografías en blanco y negro captan todas las miradas. "Algunas son fotos del barrio hechas desde el propio alojamiento, otras son escenas de la Copa América que se celebró justo aquí en 2007", cuenta Verónica Sanz, la jefa de Recepción, que lleva trabajando aquí casi desde los comienzos. La asturiana recuerda también los años en los que se celebraba el Gran Premio de Europa de Fórmula 1 (2008-2012) y "cuyo circuito urbano se podía ver perfectamente desde la cuarta planta". Los coches pasaban a gran velocidad delante de su puerta, por donde hoy circulan las bicicletas y pasean los valencianos. Aunque ya no haya carreras, la azotea de este hotel sigue siendo uno de sus grandes atractivos: bien para darse un chapuzón en su piscina o tomar el sol en las hamacas con unas panorámicas envidiables.
El restaurante de Poseidón no podía llamarse de otra forma: 'Tridente'. De su cocina, los aromas a pescado, marisco y arroz llenan en salón donde emerge una gran escultura canina de Jeff Koons acompañada de varios cuadros de Ripollés. "Todas las obras son auténticas", apunta Verónica. Esos olores marcan la antesala de lo que luego llegará a las mesas convertido en una rica paella valenciana, un arroz del senyoret o unos fideos con rape y ajos tiernos.
El cocinero Miguel Óscar Verdú, enamorado del producto mediterráneo, impregna toda su esencia en cada uno de los platos. Los pescados son siempre frescos y cocina lo que le llega diariamente; en carnes, triunfan los solomillos de ternera con setas y foie y los costillares ibéricos asados. También hay platos para picotear o compartir: desde una ensaladilla con ventresca a unas verduras escalivadas con bacalao ahumado o los rollitos de verduras con fideos de cristal y chutney de mango.
El lounge bar, cuya entrada llama la atención con sus librerías de azulejos de cerámica de Manises, es el rincón del hotel más apetecible para la sobremesa, bien para tomarse un café o para refrescarse con un cóctel. Y para los que quieran echarse unos bailes, lo tienen fácil: a pocos pasos la música comienza a sonar en el Marina Beach Club, una de las zonas con más marcha de Valencia.