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Belén Acera, la dueña de estas casas tradicionales del Jerte, siempre ha sido una amante de las flores. Hacía cuadros de ellas secas como vía de escape antes de montar este alojamiento que ahora le da de comer. Y eso se respira en estas viviendas repletas no solo de flores naturales sino también de esas pequeñas obras florales realizadas por Belén. Los colores y olores del valle impregnan de este modo cada estancia. Las casas, en medio de un bosque bien poblado, parecen una buena morada para los elfos, los de la mitología germánica y también los de Tolkien. Aquí caben todos.
Hace más de dos décadas que Belén decidió trasladarse aquí siguiendo el sueño familiar de rodearse de naturaleza. Su hija Mónica Luz García lo cuenta ejerciendo de portavoz de su madre: "Mis padres siempre habían tenido ilusión por vivir en el campo. Nosotros vivíamos en un piso en el pueblo, en Navaconcejo, cuando encontraron este bosque y decidieron construir una casa y vivir aquí".
Compraron un terreno y entre todos –quizá más su marido y el suegro, que eran constructores–, se pusieron a levantar la casa familiar. "Mi padre enfermó y murió y nosotros tuvimos que buscarnos una forma de ganarnos la vida porque no teníamos apenas campo, ni nada. Mi madre en ese momento –estaba empezando el tema del turismo rural– decidió construir otra casa, (la que ahora se llama 'Casa de Arriba') para ir probando poco a poco. Eso fue hace 16 años", asegura Mónica.
Los pájaros cantan y cantan sin parar como si ellos fueran los encargados de conjurar la magia que envuelve al lugar. El alojamiento cuenta con dos viviendas, una para cuatro personas,'Casa de Abajo', y otra para seis, 'Casa de Arriba', ambas separadas por un portón y un caminito en sombras que genera intimidad. Lo que comparten ambas es la piscina, que hasta que no llega el buen tiempo no está habilitada para el uso: "Ahora con las tormentas y lo que ha llovido no la hemos limpiado porque es una tontería", se lamenta la hija de la dueña. Pero si no es época de piscina siempre se puede hacer una barbacoa, que cada casa tiene la suya cerca del jardincito donde comer bajo la sombra y al aire libre.
Para construirlas se ha respetado la antigua arquitectura local. "Casas con piedras, ladrillos, traviesas de madera… que están totalmente integradas en el entorno. Mi madre siempre quiso la típica casa tradicional del valle y aunque son casas nuevas hemos buscado que tengan esencia", cuenta Mónica mientras señala alguno de esos elemento característicos. Eso sí, para no quedarse atrás o desfasados se actualizan "todo el tiempo" y van cambiando o modificando en función de lo que piden los clientes o marcan las tendencias.
Entre los detalles que salpican el alojamiento aquí o allá, destacamos las rocas gigantes (¿otro escondite para seres fantásticos?) de la cocina de la 'Casa de Abajo', que en realidad ya estaban en el bosque mucho antes de que llegara la familia de Belén. Quisieron mantenerlas e integrarlas en las construcción como han hecho con las hileras de árboles que abrazan las casas. Una roca se adapta a un asiento y otra sobresale cerca del microondas, como si quisiera crecer o reclamar su espacio en un entorno que ya ha hecho suyo. Igual que esa otra piedra gigante que permanece impertérrita en el porche de la casa.
Las viviendas son espaciosas y permiten perderse como uno lo haría en aquella casa de la abuela del pueblo. Dos pisos con todas las estancias necesarias para moverse y descansar sin molestarse unos a otros cuando se busca intimidad; o espacios comunes amplios, si lo que se pretende es compartir en pareja o en familia. El entorno, además, se encarga de facilitar las vacaciones veraniegas: la sombra de los árboles protegen del sol directo y en verano es ideal para mantener el frescor de las noches y evitar el calor del día.
Si el viajero pretende alejarse del mundo en estas montañas, hay un apunte que debe tener en cuenta a la hora de reservar. "No servimos desayunos, pero a veces alguien nos pide que le hagamos alguna compra –especialmente gente que viene del extranjero– para tenerlo disponible cuando llegan y lo hacemos", asegura Mónica. En verano, cuando la estancia mínima es semanal, es imprescindible llenar la cocina si se quiere comer en la casa. Hay supermercados en el pueblo y, si no, también hay bares y restaurantes. Se decida lo que se decida, pasar un tiempo sentado en la entrada al amanecer o al atardecer, rodeado de la naturaleza, es obligatorio en este bosque encantado. ¡Quién sabe lo que uno podría descubrir además de mucha paz y tranquilidad!