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"Hagamos unos apartamentos cañeros, cañeros". Esto fue lo que le dijo Óscar Lázaro a su hermana Pilar cuando compraron dos viejas casas que se caían a trozos en el Cabanyal, un barrio histórico que se encuentra en plena recuperación. Ocurrió hace dos años y aunque la idea inicial era abrir aquí su tercer restaurante –ya dirigen dos con el nombre de 'La Más Bonita'–, pronto se dieron cuenta de la posibilidad de crear unos alojamientos muy diferentes a lo que hasta ahora se podía encontrar en Valencia. Acaban de estrenarlos y no les paran de llegar reservas.
Situada muy cerca de la nueva Escuela de Empresarios Edem, 'La Casa del Puerto' la forman cuatro apartamentos con "mucho rollo balear", adelanta Pilar, mientras accede al edificio tecleando un código de seis cifras que sustituye a la tradicional llave. Los cuatro toman el nombre de calas que existen realmente en las Baleares: Cala Bonita, Mordida, Salada y Brala. Todos diferentes, con su propia personalidad y tan acogedores que dan ganas de quedarse a vivir en ellos.
Óscar, que trabaja como diseñador industrial al frente del estudio 'Ático Interiorismo', se ha ocupado personalmente de la restauración de las dos casas bajas que albergan hoy las estancias. "Hemos conseguido sacar lo mejor de ellas. Además de las fachadas protegidas –la azul data de 1920–, hemos recuperado vigas, techos y muros de ladrillo visto que hoy pueden verse en el interior de los apartamentos", explica.
Dentro de Cala Bonita, dos bicicletas se sostienen junto a la escalera que lleva directa al piso superior. Pilar abre los grandes ventanales de este apartamento para seis personas y la luz inunda un amplio espacio diáfano repartido en dos alturas. Tiene las mejores vistas de los cuatro: se ve el tranvía pasar y a lo lejos, los antiguos edificios de la Copa América de Vela y el puerto de mercancías.
"Cala Bonita es el apartamento más señorial de todos", cuenta Oscar. "En él hemos utilizado materiales nobles como piedra, hierro y madera". Llaman mucho la atención la grifería dorada de los baños, la chimenea central con forja, el dormitorio abuhardillado en el piso de arriba o la cocina de madera de roble con campana de estructura de obra y nevera retro Smeg. "Son guiños que nos hacen volver al pasado pero con toda la comodidad del siglo XXI".
Todos los apartamentos cuentan con suelo radiante, conexión Wifi, aire acondicionado, albornoces con zapatillas y "todo lo necesario para vivir aquí una semana completa", dice Pilar. En el caso de Cala Bonita, tiene además acceso desde el dormitorio a una pequeña terracita en la azotea. Su precio ronda los 350 euros.
Justo debajo está Cala Mordida, un apartamento para cuatro personas cuyas ventanas y puertas color turquesa resaltan sobre los muros blancos, los toques de madera y los adornos mediterráneos que elabora Helena, una artista valenciana muy amiga de los hermanos.
"Estamos ante una casa payesa bien trabajada", explica Óscar. De su cocina, destaca su encimera de cerámica retro y los enrejados de madera en los muebles; o el fregadero y los lavabos del baño elaborados con piedra de cantera. "Los muebles que ves aquí no los encontrarás en ninguna tienda", dice Óscar. "Todos, desde los sofás cama a las islas mesa los hemos diseñado en el estudio según lo que necesitábamos en cada espacio. Y luego lo encargamos a un carpintero", aclara.
Igual que el mobiliario, la decoración está pensanda al milímetro: desde las mantas que adornan las camas y sofás, a las velas perfumadas de los baños, los jaboncitos de Rituals Cosmetics, la tetera a juego con la nevera, un bonito bloc de notas sobre la mesa o la cesta de bienvenida que Pilar prepara con mimo. "Ofrecemos una cesta para el cliente con almendras, patatas fritas y cookies que elaboramos en nuestro restaurante", relata esta valenciana que dejó su profesión como publicista por su nueva vocación: la cocina.
También hay agua en la nevera, café, té y una tarjeta de regalo con 20 euros para que los huéspedes puedan desayunar en el restaurante 'La Más Bonita' que tienen los hermanos junto a la playa de la Patacona, a menos de diez minutos en coche. "Un frutero lleno de naranjas, limones, mandarinas, manzanas y caquis decora la mesa de la cocina. "No son de adorno, son todas para comer", advierte entre risas la valenciana.
También con un aire de casa payesa ibizenca nace Cala Salada. En la cocina, un mosaico rústico con barro cocido decora el suelo; mientras que en el dormitorio luce un cabecero artesanal hecho con tacos de madera de diferentes escalas. "Su decoración se basa en colores tierras, ventanas más pequeñitas y unos materiales que la convierten en una de las estancias más acogedoras", describe Óscar. Es el apartamento más económico. Ronda los 150 euros para cuatro personas.
Pilar reconoce tener una debilidad: el patio que comparten Cala Mordida y Cala Salada. El olor del limonero lo llena todo. Y las bunganvillas, con su bonito violeta ponen el toque de color sobre los muros blancos intercalados con ladrillo visto y troncos de sabina traídos directamente de Formentera. "Es un pedacito de las islas en Valencia", dice Pilar.
Por último está Cala Brala, el apartamento más moderno, el más cercano al siglo XXI. "Aquí elegimos materiales más vanguardistas, como el microcemento o las superficies corian en los baños, y el diseño es más uniforme que el resto, con líneas más rectas", detalla el diseñador. Una lámpara artesanal hecha en Valencia preside la escalera, mientras la rinconera con bancadas del salón invita a un buen descanso.