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Nada más llegar, la propia fachada ya evoca los vestigios históricos de esta casa que acoge al huésped mostrando desvergonzada su pasado centenario. Como alojamiento empezó a funcionar hace cinco años, aunque como hogar se remonta a la época del tatarabuelo de Helena Maíllo, la dueña. Los recuerdos y la historia de toda la familia han obligado a mantener la estructura original, reforzando paredes y vigas, arreglando el tejado y cambiando ventanas. Un trabajo que ha dejado al descubierto el encanto de lo antiguo y lo moderno dándose la mano en esta casa que parece a medio restaurar.
El bisabuelo de Helena, boticario del pueblo, heredó la vivienda, que pasó después a su abuela y en la que vivió durante mucho tiempo su tía Josefa, a la que todos llamaban Fita (de ahí el nombre del hotel). Cada piedra fue sufriendo el desgaste de una generación tras otra y cuando Helena se hizo con la casa "estaba muy mal, se estaba cayendo a pedazos, entraba agua por la chimenea, se estaban pudriendo las vigas… Si no la llegamos a recuperar en ese momento se habría caído", cuenta Maíllo por teléfono desde Barcelona, donde reside habitualmente. La que se ocupa de que los huéspedes se sientan como en casa es Teresa, vecina del pueblo, que prepara las habitaciones, los desayunos y da las orientaciones turísticas pertinentes para conocer la zona facilitando la estancia.
'Fita Hotel' es un destino diferente para mentes abiertas, en parte porque sus cuatro habitaciones muestran esa fina línea entre lo vintage y la decrepitud, incomprensible para unos, pero muy interesante para otros. En la suite principal una tele último modelo yace sobre la que podría ser la cómoda de la bisabuela. Las vigas originales surcan el techo mientras cruje bajo los pies la madera, como solo podía hacerlo antes, siguiendo cada pisada. Una silla espera a una dama de siglos pasados justo al lado de las cortinas que arrastran sobre el suelo libremente rozando una maleta desvencijada de otra época.
"Mantuvimos todo original, pero hemos tenido que poner refuerzos de hierro (pintados de blanco) al final de algunas vigas y doble pared en algunas habitaciones", explica Helena cómo han querido respetar al máximo el espíritu de su hogar, pero haciéndolo seguro y habitable. En los cuartos se ha mantenido la distribución original, aunque lo que se usaba como pequeña alcoba son ahora los baños.
La casa conserva de este modo la memoria, eso sí, garantizando las ventajas de este siglo en la ducha, por ejemplo, destacada en un espacio (separada de lavabo y váter), abierto y amplio, donde es posible recrearse en lo que parece una cascada gracias a una amplia alcachofa moderna, auténtica extraña en la alcoba rehabilitada.
Helena deseaba mantener la casa que marcó su infancia y que al final sigue siendo su hogar en Sequeros durante los veranos. Sin embargo, tampoco quería tenerla cerrada y, además de proporcionar un trabajo a alguien del pueblo, se propuso abrirla a los demás. Otra forma de mantenerla viva y de compartirla. "Nuestro objetivo es que la gente vaya a la casa, se sienta a gusto y cómoda rodeada además de un encanto especial", asegura antes de explicar tranquilamente que su preocupación es dar un "servicio bueno", completo, "que el cliente no se tenga que preocupar por nada, que esté la cama hecha, el desayuno listo y todo limpio". Y el hotel supera todas estas metas.
Aunque nosotros lo visitamos en otoño, primavera y verano son las épocas fáciles para refugiarse en este alojamiento, quizás por esa forma en la que los visillos llaman con su caída a la luz cálida de las estaciones amables. El espacio fluye vertical a través de las escaleras de madera, que inunda toda la casa y, de repente, sorprende cómo la parte de abajo –antigua botica del bisabuelo de Maíllo y cuadra– se abre en un hermoso espacio abierto para unir el salón comedor y la cocina. Aquí es donde se sirve un completísimo desayuno para campeones cada mañana. Mermeladas caseras con productos de la zona, queso, jamón, frutas… todo acompañado de un buen café y zumo. Un no parar de comer para enfrentarse a la belleza de la naturaleza que esconde esta región salmantina.