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Ellos siempre han promocionado sus nombres y apellidos. Los libros de historia, los legajos de archivos familiares o los rótulos de las grandes bodegas del Marco de Jerez están impresos en género masculino. Jerezanos, sevillanos, vascos, británicos, franceses, escoceses… que vieron una oportunidad de oro en el fructífero negocio de la exportación del vino de Jerez. Sin embargo, ellas también tuvieron su cuota de responsabilidad en el éxito. Es cierto que la mayoría de mujeres trabajaba en labores manuales, como el embotellado o etiquetado, pero hubo quien gestionó las cuentas, impulsó las relaciones comerciales, cerró acuerdos importantes de venta o amplió el almacenamiento de botas durante los años dorados del siglo XIX. Casi todos sus nombres quedaron sepultados por el silencio y la desmemoria.
Como sucedió con el champagne francés y el cava catalán, las grandes guerras que asolaron los siglos XIX y XX trajeron consigo la coletilla de ‘viuda de’ a muchas esposas de bodegueros. Lo que representaron en Francia o Cataluña nombres como Barbe-Nicole Clicquot Ponsardin, Louise Pommery, Lilly Bollinger o Dolores Sala (la mare de Freixenet), lo encontramos en las figuras de dos Pilares en el Marco de Jerez. Pilar Aranda, ‘la reina del vinagre’, heredó el negocio de almacenamiento de vino de su padre en los años 40 y se convirtió, con su apabullante carácter, en una de las empresarias más importantes de la zona. A Pilar Pla le acompañó siempre lo de viuda de Antonio Borrego, pero fue ella la que llevó a la cúspide la bodega 'Maestro Sierra', que actualmente preside su hija, María del Carmen. Son solo dos ejemplos.
Hoy las mujeres trabajan en casi todos los ámbitos del complejísimo y apasionante mundo del jerez. Bodegueras, enólogas, capataces, arrumbadoras, administradoras, viticultoras, comerciales, publicistas, catadoras, formadoras, sumilleres… Aquí va una muestra de estas sherry women que marcan el compás a uno de los vinos más de moda en la restauración de cualquier rincón del mundo.
Helena es la undécima generación al frente de una bodega en Jerez, y la primera mujer de toda la estirpe de los Rivero. Las raíces de esta familia arraigan en estas tierras desde, al menos, 1650, según consta en el archivo documental que se está recuperando hoy día. “Mi abuelo Rafael heredó la histórica 'Bodegas Rivero CZ', pero en 1978 parte de la familia decidió vender sus participaciones a un banco y perdió la propiedad. El día que le comunicaron los jueces que no tenía más opciones de recursos, le dio un infarto y falleció”. Es cierto que en casa de Helena era habitual ver a los abuelos con una copita de oloroso, “pero nunca se tomaban los de CZ, ni se hablaba del legado familiar. Yo fui consciente del patrimonio histórico que atesorábamos siendo ya adulta”, confiesa la empresaria.
Fue el padre de Helena, el afamado constructor Joaquín Rivero, quien decidió retomar el mundo de los vinos años después. En 1998 funda 'Bodegas Tradición', comprando las botas con más solera. “Actualmente somos la única de todo el Marco de Jerez que nos dedicamos en exclusiva a los vinos más antiguos, los denominados VOS (más de 20 años) y VORS (más de 30), que criamos en nuestras 1.600 botas”.
Pero Helena no es solo guardiana de estos tesoros “que, con toda probabilidad, yo no llegaré a probar nunca, pues son vinos que arrancamos para otras generaciones”. También es custodia de una colección privada de arte de más de 300 obras, un recorrido de la pintura española desde el siglo XIV al XIX. Cuadros de Goya, Velázquez, Murillo, Sorolla, Pradilla y Ortíz, Zurbarán o El Greco, junto a otros de sus coetáneos, se exhiben bajo las arcadas de la propia bodega. Un momento único, casi irrepetible, en el que poder disfrutar de un Palo Cortado o un Amontillado y brindar ante el retrato de Carlos IV, San Francisco de Asís o La rendición de Granada.
“Mis primeros recuerdos del vino de Jerez son de la niñez, corriendo y jugando entre las botas de nuestra bodega familiar en Sanlúcar”, rememora Paola Medina. Enóloga de la histórica ‘William & Humbert’, que adquirió su padre y sus tíos en los años 90, Paola es reconocida por muchos expertos como uno de estandartes de la sherry revolution: una generación que ha puesto en valor la elaboración de vinos sin fortificar, con uvas sobremaduradas y dando mucha importancia al trabajo en el viñedo.
“Hemos apostado por la innovación desde el respeto a la tradición y el legado recibido. Por ejemplo, con los jereces con crianza de añada hemos recuperado algo que se venía haciendo en el Marco desde los orígenes. Creo que, a diferencia del sistema de Crianzas y Soleras, cada vino de añada es diferente, único y con identidad; un reflejo de la vendimia del año y de sus particulares condiciones climatológicas”, apunta la joven enóloga.
Y aunque en ‘William & Humbert’, cuya historia se remonta al año 1877, hay jereces de añada desde 1920, de lo que sí ha sido pionera Paola es en introducir en esta colección la crianza biológica. “No podría decantarme por un Jerez exclusivamente. Siento devoción por muchísimos de ellos, porque una de las grandezas de este vino es su gran versatilidad. Hay un Jerez que se adapta a la perfección para cada momento”, reconoce con orgullo.
Hay que ser cocinero antes de fraile. La roteña Lucía Fuentes conoció las particularidades y dificultades del camo antes de configurar los maridajes de ‘Aponiente’ (3 Soles Guía Repsol). Al finalizar sus estudios de Viticultura arrancó, con dos compañeros, un propia bodega: '4OjosWines', en El Puerto de Santa María. “Creo que al entender todo el proceso y trabajo que lleva cada botella de vino, la vendimia, la poda o el tratamiento de la vid, pones en valor esos pequeños proyectos que llegan al restaurante y hace más fácil transmitir su historia al cliente”, asegura la sumiller.
En 2015 desembarca en el buque de Ángel León, que acababa de atracar en el molino de las mareas. “Es sorprendente, porque mis primeros recuerdos que tengo de los vinos de Jerez, a parte de los finos y manzanillas de feria, son los que servían a mi padre en el primer ‘Aponiente’, donde celebrábamos muchos cumpleaños y encuentros familiares”. Hoy es ella la sumiller de este trisoleado restaurante, una Baco en el reino de Poseidón. “Los vinos de Jerez son los grandes incomprendidos dentro del mundo vinícola, por eso tenemos la enorme suerte de que Ángel siempre apostara por poner en valor lo que Cádiz podía aportar a la gastronomía, haciendo fácil que los maridajes se basaran en nuestros vinos”, apunta.
A lo largo de estos años, “algún cliente despistado me preguntó por el sumiller jefe y amablemente les tenía que responder que la tenían delante”. “Por suerte cada vez contamos con más mujeres en las bodegas, teniendo como referente ‘Maestro Sierra’ que, ante la adversidad machista de su tiempo, supieron luchar y demostrar que son una de las bodegas de vino más especiales”. Ahí está la enóloga Ana Cabestreros, pero también en esa terna actual de responsables debemos incluir a Reyes Gómez (‘Sánchez Romate’), Montse Molina (‘Bodegas Barbadillo) o Victoria Frutos (‘José Estévez’).
A Ana Domínguez no le incomoda seguir firmando los partes de trabajo como ’el capataz': “No le pongo especial interés; mi foco de atención está siempre puesto en el trabajo bien hecho”. En 2012 se convirtió en la primera mujer capataz de todo el Marco de Jerez, y la acogida fue muy positiva: “De hecho no se conoce públicamente hasta que pasa, más o menos, un año desde que ejerzo esa función, y nadie había percibido ningún cambio en el trabajo diario de la bodega”. Domínguez, que no renuncia a la comodidad de su mono y botas -“soy una más del personal”-, es responsable de 17 empleados y más de 60.000 botas en una de las bodegas más extensas de Europa, ‘William & Humbert’, con 70.000 metros cuadrados de casco.
De familia de trasegadores, Ana guarda un bonito recuerdo de esos veranos volviendo de la playa de Sanlúcar y acompañar al abuelo a tomarse su copa de manzanilla de la bota de gasto, la destinada al personal, en la bodega ‘Pérez Megía’, donde él trabajaba. Y aunque ella se formó en Ciencias del Mar, sus primeras prácticas fueron en el departamento de calidad de las ‘Bodegas Sandeman’. Fue en ‘Hidalgo-la Gitana’ cuando descubre que a ella lo que verdaderamente le gusta es el mundo de la bodega en sí, y no tanto las oficinas y laboratorios de registro. Orgullosa arrumbadora, esa dura labor importantísima de mover y sentar las pesadas botas, trasegar, cabecear y clarificar los vinos, no encontró reticencias por parte de los compañeros. “El ambiente de trabajo que se respira ahí me apasiona”, añade.
Domínguez cree que ahora las mujeres en el Marco de Jerez “somos más visibles”. “Pero siempre ha habido grandes mujeres en el mundo del vino, auténticas pioneras; otra cosa es que se haya hablado poco de ellas. Por ejemplo, de Bridget Amelia Swithinbank -o Millie como la llamaban sus conocidos-, quien desde los años 50 del pasado siglo llevó a cabo una excelente labor al frente del departamento de Visitas y Relaciones Públicas de ‘William & Humbert’ y quien llegó a ejercer de vicecónsul británico en Jerez y condecorada por la reina Isabel II como miembro del Imperio Británico”. Hoy, en esta bodega hay mujeres al frente de los departamentos financiero, de calidad, prevención, mejora de procesos, así como operarias, responsables de laboratorio o de ventas.
A Paz Ivison le divertía mucho meterse en un mundo tan masculino como era éste en los años 70. Por sus venas “corría vino por los cuatro costados. Mi padre comía con jereces todos los días, pero cuando yo nací la familia ya no tenía ni una bota en propiedad”. Sus antepasados escoceses habían desembarcado en Cádiz en el siglo XIX, atraídos por el pujante negocio de las exportaciones. Fundadores de la bodega 'RC Ivison', la acabaron vendiendo los descendientes en 1964 a 'Wisdom and Warter', hoy propiedad de 'González Byass'.
“Yo me decanté más por el Periodismo y las Ciencias Políticas. Pero siempre me llamó mucho la atención el vino y, en particular el Jerez, por lo que estando en una revista de corte femenina, Dunia, conseguí que me dieran una columna quincenal hablando de vinos y del complejo y apasionante mundo que le rodea para una audiencia mayoritariamente de mujeres”. Luego sería la primera mujer en asistir como periodista a una levantá de almadraba y en dirigir, desde 1987, la influyente publicación Club de Gourmets.
“Me tocó vivir el profundo machismo que se daba en las bodegas por aquellos años, donde a las mujeres se les pedía que no fueran a trabajar si estaban con el periodo por temor infundado de que avinagraban el vino. O asistir a comidas y que me ofrecieran en los restaurantes un vino dulce, un topicazo que todavía no se ha roto y sigue estando, a pequeña escala, incluso en el propio Marco de Jerez”, asegura esta jerezana. Paz tuvo muchas discusiones, siempre con su eterna sonrisa, con gente del sector porque “tenían abandonado el mercado nacional. Muchos decían que Madrid era solo un aeropuerto al mundo. Estaban perdiendo un potencial que, por suerte, se trata ahora de recuperar”.
Su apuesta de futuro es que el fino y la manzanilla “se vendan en las cartas de los restaurantes dentro de los blancos, como uno de los mejores de España. Marida a la perfección, pero lo estamos ofreciendo todavía por copas, cuando deberíamos conseguir que en una mesa haya una botella a compartir, como el tinto o el espumoso. Otra cosa son los olorosos, palo cortado o amontillados, que son vinos de reflexión, que tienen una complejidad que no los hacen de consumo masivo. Pero ahí reside también su magia”.