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Sobremesa: dícese de ese periodo de relax y asueto que ocurre inmediatamente después de comer y sin levantarse de la mesa. Una práctica genuinamente española, la de siempre, la de verdad, la que discurre sin mirar el reloj, es –dicen los que teorizan- una consecuencia directa de nuestros almuerzos abundantes.
Porque en este país, ya se sabe, comer es una institución en la que no estamos dispuestos a perdonar un primero, un segundo y un postre. Y esto abotarga tanto la mente que se hace necesario un descanso. Estómago lleno y cansancio es una combinación letal para reanudar la actividad. Por ello la sobremesa tiene entre sus funciones la de facilitar la digestión, algo que no es, por cierto, ninguna tontería. Según Brillat Savarin, el autor del primer tratado de gastronomía en el mundo, “de todas las operaciones corporales, la digestión es la que más influye en el estado moral del individuo”.
Pero más allá de consideraciones dietéticas, la sobremesa también deriva de esa forma de entender la vida basada en los placeres sencillos, de esa inclinación a disfrutar los momentos en buena compañía. Nada como su práctica puede estrechar más el vínculo con la familia y los amigos. Lo dicen las encuestas: el 71% de los españoles prefiere conversar con sus allegados como actividad favorita en los fines de semana. En este sentido, un compañero inseparable de la sobremesa ha sido siempre el pacharán, del que cuentan que se trata del digestivo más antiguo del mundo. Y es que aunque la primera mención escrita data de 1441 (cuando la reina Blanca de Navarra lo ingirió en el Monasterio de Santa María de la Nieva para aliviar una dolencia de estómago), probablemente antes ya se empleaba entre la gente de a pie como jarabe curativo. Su origen es, por tanto, popular y no ligado a lo monástico como el resto de los licores.
Bebida navarra por antonomasia, resultante de macerar las endrinas en anís natural, el pacharán es altamente apropiado para la digestión porque evita la producción de gases. Y también, dicen, es ideal para este momento del día porque favorece la salivación y ésta a su vez incita a la conversación. Es por ello por lo que este bálsamo de color rosado se consume a sorbos, paladeándose, tratando de mantener el sabor en la boca.
Este año el pacharán más antiguo de España cumple seis décadas. Porque a pesar de que hace seis siglos de su constancia documental, y a pesar también de que su elaboración casera comenzó a adquirir relevancia a finales del siglo XIX en Navarra y las regiones cercanas (País Vasco, La Rioja y Aragón), la comercialización de esta bebida llegó de la mano de Zoco en 1956. Y aunque después, claro, surgieron numerosas empresas dedicadas a su producción (incluso en 1988 se creó el Consejo Regulador del Pacharán), hoy es un clásico entre los clásicos y uno de los pocos que presume de que el 100% de las endrinas que emplea en su elaboración son 100% navarras (en otros casos provienen de Bulgaria y Rumanía).
Como la esencia de la tradición, de las raíces, de lo de toda la vida, Zoco celebra su aniversario con un homenaje al hábito con el que más se identifica. Y también con un guiño al juego de mesa en el que siempre ha estado presente: el mus. Para ello ha contado con Heraclio Fournier, el líder mundial en la elaboración de naipes.
El resultado es una edición limitada de su botella que viene a reivindicar el hueco que ocupa este licor en las mesas españolas. Y más ahora, que se acercan tiempos de dilatadas reuniones familiares. Un diseño exclusivo que emula a la clásica baraja y que pone de manifiesto que esta sobremesa tan nuestra, tanto mejor si es con pacharán y al calor de una buena partida.