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En las faldas del volcán San Antonio, en Fuencaliente, las primeras vides de la zona conocida como los Llanos Negros comienzan a brotar. El verde de las hojas dibuja un bonito trazo sobre el suelo de ceniza volcánica -el picón- que contrasta con el mar azul que se abre ante este valle situado a 500 metros de altura.
"Estamos en una zona privilegiada para la malvasía aromática", cuenta Carlos Lozano, enólogo de la cooperativa Llanovid que también menciona el Negramoll, el Vijariego, el Listán Blanco de Canarias, la Gual o el Sabro, como variedades singulares de este valle de clima atlántico, donde apenas sopla el viento y llueve muy poco. "Ante nosotros tenemos once hectáreas divididas en 54 minifundios, con agricultores cuya edad media es de 70 años”, comenta Carlos, que trabaja con ellos para rescatar esas viñas, darles una producción más regular y un mayor valor económico.
La mayoría de estas parcelas tienen entre 80 y 150 años y pertenecen a los palmeros del cercano Barrio de los Quemados, una zona de larga tradición vinícola que, debido al aislamiento al que estuvo sometida en el pasado, mantuvo sus cepas autóctonas intactas, conservando el patrimonio enológico del cono sur de la isla de La Palma, pasando de generación en generación.
Es el caso de la parcela de Herminia, una mujer de 70 años que plantó la primera vid con su abuelo, y aunque no vive de ello, no se quiere desprender de sus plantas; o las de Arnulio que, con sus 80 años, se conserva atlético subiendo y bajando la ladera donde crecen sus viñas”, cuenta el enólogo, que alaba esta viticultura heroica que se vendimia a mano cada año, y en la que los palmeros cargan sobre sus hombros grandes cestos de 20 kilos superando las fuertes pendientes de la ladera.
La vid de los Llanos Negros crece en rastra, en parrales muy bajos que favorecen la maduración y pasificación de la uva al estar cerca del suelo. También se ven enroscadas como si fueran serpientes, lo que se debe a la técnica del margullón, que consiste en enterrar un brazo en el suelo para que arraigue y forme una nueva planta. “Bajó el picón se encuentra el suelo arenoso y hay que llegar hasta él para poder hacer la plantación”, apunta el experto, que apoya la viticultura integrada y respetuosa con el medio ambiente.
Carlos pasea por la ladera negra cubierta por el malpaís, esa tierra procedente de las coladas del volcán San Antonio que erupcionó en 1677. “Si escarbamos, vemos que está húmedo. La tierra absorbe la humedad de la noche y de la bruma delos alisios, mientras el calor se queda en la superficie”, detalla este palmero nacido en Santa Cruz de la Palma que controla las necesidades de la vid con una centrales meteorológicas y de suelo, en condiciones de casi "hidroponía". Todo en un paraje donde el agua no llegó hasta el año 71.
“Antes de los años 70, aquí era más barato ofrecer vino que agua”, cuenta entre risas. Pero era cierto, el agua tenían que ir a buscarlo a la Fuente de los Roque, -en plena ruta de los volcanes y a tres horas de distancia caminando, sólo ida-, mientras las bodegas siempre tenían producción. "Era tal la calidad de los vinos que, en tiempos de postguerra, militares del Mando Económico de Canarias promovieron en 1945 la construcción de la primera bodega, dando un impulso importante a la economía de esta zona hasta entonces deprimida".
Toda la sabiduría de los antiguos viticultores y el singular paraje que da vida a los Llanos Negros se traducen en unas botellas muy especiales, "vinos de guarda y ancestrales, como los que se hacían antes". Son los Grillos, La Time, La Batista, La Tablada y la Malvasía aromática dulce, entre otras”, enumera el veterano enólogo que ya ha vivido 34 vendimias. Además de Los Llanos Negros, Carlos gestiona los vinos de Teguenía, el gran paraguas que reúne al resto de etiquetas que se producen en La Palma y que incluye a más de 300 viticultores de toda la isla.
En la bodega, situada en el municipio de Los Canarios, Carlos invita a recorrer la sala donde se conservan doce antiguos tanques de cemento, con capacidad para 18.000 litros cada uno. En los arcos de piedra que sostienen los muros, se aprecian las grietas causadas por los movimientos sísmicos de los dos últimos volcanes, el de San Juan (en 1971) y el de Tajogaite (2021). También hay una antigua prensa donde se pisaba la uva y unos toneles de roble francés donde Carlos, con pipeta en mano, se detiene para probar el vino de su interior.
Ya en la sala de cata, situada en una plataforma sobre los depósitos de acero inoxidable, Carlos sirve la primera copa de estos vinos llenos de personalidad. Los visitantes pueden así descubrir la frescura de Los Grillos, la intensidad de La Time y los aromas afrutados de Los Tabaqueros. También la viveza de La Tablada, la salinidad de La Batista y el dulzor envolvente de la Malvasía Aromática. Todo el esplendor de los Llanos Negros en una experiencia que también se puede vivir a la luz de la luna en la primera bodega Starlight de la isla.
COOPERATIVA BODEGAS LLANOVID - BODEGA TENEGUIA. Antonio Francisco Hernández Santos, 10. Los Canarios, Santa Cruz de Tenerife. Tel. 922 44 40 78