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Galicia tiene fama, en palabras del escritor Álvaro Cunqueiro, de ser "el pueblo más pulpeiro de Europa" (pues se dice que desde la Edad Media sus habitantes comen pulpo en grandes cantidades y bajo particulares formatos), pero su mar es rico en otros mariscos y pescados, algunos de los mejores del mundo y que la industria ha ayudado a conservar durante mucho más tiempo. Almejas, berberechos, mejillones, sardinillas, navajas o sardinas colman las Rías y nuestras alacenas (si vienen en latas o tarros de cristal, en escabeche, al natural o en aceite de oliva).
Los mejillones empezaron a cultivarse en bateas a partir de los años 40 del siglo pasado. Su mejor temporada va de septiembre a noviembre, aunque en escabeche los encontramos todo el año. Tampoco hay que perder de vista a los berberechos (cuore di mare, en italiano, por la forma acorazonada de su concha), mejor si son al natural, que se recogen entre octubre y diciembre; las almejas, disponibles en octubre en las Rías de Noia y Arousa; navajas, sardinas y sardinillas (que se pescan desde finales de primavera hasta septiembre). Las dos últimas, aunque podemos encontrarlas con diferentes aliños, las preferimos en aceite de oliva, que conserva y potencia su sabor.
La Guía de Alimentos y Bebidas recomienda Mejillones en escabeche de Cabo de Peñas, Berberechos al natural Frinsa y Navajas al natural Cambados.
Famosos en la despensa gallega (sobre todo con lacón o en el cocido), los grelos son los brotes tiernos de las hojas del nabo, que aparecen antes de su floración, ligeramente ácidos y muy verdes. Los de Galicia cuentan con Indicación Geográfica Protegida y se recogen a mano en su punto justo. Menos mal que existe la conserva, porque difícilmente podríamos tomarlos fuera del invierno.
Imposible saltarnos uno de los “amores” gastronómicos locales más importantes: la unión de los grelos con el lacón (la pata delantera del cerdo curada).
Los principales quesos gallegos se elaboran con leche de vaca, desde los más frescos, como el cebreiro (untuoso y ácido), hasta el tetilla o el San simón da costa, de pasta prensada y con mayor tiempo de maduración. Con la misma leche se producen mantequillas artesanas, de textura compacta (no excesivamente dura) y de color amarillo suave. ¡Bom proveito!
Si nos sentamos en una mesa gallega es imposible obviar sus vinos, en su mayoría blancos, elaborados con uva albariño; aunque también hay unos tintos (de las uvas mencía, brancellao, garnacha tintorera, caíño tinto o merenzao) atlánticos y llenos de personalidad.
Pero si las comidas se alargan, nada mejor que una sobremesa animada con aguardiente. En esta zona su producción sigue teniendo mucha fama y en muchas casas aún se elabora con mimo.
Cocidas, asadas, en guisos, fritas, rellenas o en puré. No hay duda, las patatas son versátiles y más que habituales en las recetas gallegas (y hay una, de producción local, con Indicación Geográfica Protegida). Era cuestión de tiempo que una empresa decidiera envasarlas, como lo ha hecho Bonilla a la Vista con sus chips fritas en aceite de oliva. Por cierto, probémoslas con mejillones en escabeche para una combinación de esas que, cuando estamos lejos, dan morriña.