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Gracias a Lhardy, fundado en 1839 por Emilio Lhardy, la modernidad gastronómica llegó a Madrid. En un edificio cercano a la Puerta del Sol, el restaurante se distribuye en 3 plantas y 6 salones. Se dice que en uno de ellos, el japonés, Isabel II se citaba con sus amantes. Comer en Lhardy como un viaje en el tiempo, ya que todo se conserva tal y como se encontraba en sus inicios.
Abrió sus puertas en 1882 y en la actualidad regentan la cuarta y quinta generación de cocineros. Pedro y Marcós Morán, padre e hijo, son especialistas por incluir Asturias en sus platos. Sus creaciones más conocidas, la fabada desgrasada o la merluza a la sidra. En su menú también hay espacio para la innovación, y se refleja en su oferta, que se divide entre lo tradicional y los nuevos platos.
En 1989 se calificó como el restaurante más antiguo del mundo según el Libro Guinness de los Records. Este establecimiento madrileño es la cuna castiza del cochinillo y el cordero, que se siguen asando con madera de encina en el horno original de su fecha de fundación, en 1725. El restaurante lo fundó el francés Jean Botín, pasó después a manos de sus sobrinos y, desde 1930, lo regenta la familia González Martín.
La primera casa de comidas de Segovia pertenece en la actualidad a Marisa Duque, la cuarta generación de hosteleros. Manteniendo la esencia tradicional, en su menú típico segoviano no faltan los judiones, la sopa castellana y el cochinillo. De aperitivo, nada mejor que unos carnosos torreznos
El restaurante que ahora dirige José Rojano pertenece a un hotel inicialmente proyectado para los ingleses que, en busca de fortuna, hacían escala en las Islas Canarias de camino a América. Ahora su menú se ha renovado, pudiendo encontrar creaciones tanto isleñas como vascas, debido al origen del cocinero.
En la actualidad son famosos sus arroces, pero en su momento fue conocido por ser el único local en Barcelona que se encontraba bajo unos soportales de estilo parisino, tal y como quería el empresario catalán que mandó construir el edificio. Desde 1836 políticos e intelectuales han ocupado sus mesas, pero fue al traspasarlo a la familia Parellada, quienes lo siguen regentando, cuando se convirtió en punto de reunión de expertos gastrónomos.
No todos saben que Arzak es centenario. Fueron los abuelos de Juan Mari quienes en Alza (ahora parte de Donostia) montaron un local que recibió popularmente el nombre de “alto de los vinagres”, por la calidad de los vinos que allí servían. Su madre dio un paso más con los chipirones en su tinta o la merluza en salsa verde, una estela que siguió su hijo, referente de la Nueva Cocina Vasca, y ahora su nieta, Elena.
Cuando Francis Paniego recibió el Premio Nacional de Gastronomía se emocionó al pensar que su madre estuvo en la misma posición 15 años antes. En Echaurren Marisa Sánchez continúa sirviendo la comida de toda la vida que ya disfrutaban quienes paraban allí sus carruajes en el siglo XIX.