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En las latitudes del sur se ha asentado el chef japonés Kosei Takakura, en concreto en Málaga. Estudioso de la cocina nipona, curtido en fogones de su país y en la escena gastronómica londinense, y empeñado en contagiar la fiebre del ramen por estos lares. Desde su local bautizado como 'Kosei Ramen', defiende la comida japonesa más allá del sushi. Cuenta que en su país comer rápido, bueno y barato es algo muy popular… y normal. De ahí surge la idea de difundir las virtudes de esta sopa que arrasa en otras capitales.
Su filosofía es: "Un plato que hace feliz a la gente". Así, para esparcir la dicha, se ofertan especialidades como el tantanmen (caldo base de sésamo con picada cerdo ibérico picante), el miso ramen (caldo base de pollo con miso y chashu de carne de mogote ibérico), un mazesoba (plato frío de fideos sin caldo con miso y cebolla), las gyozas (empanadillas caseras con carne ibérica) y el tonkotsu, ramen originario de Kyushu, ciudad natal del chef, con un caldo base de huesos de cerdo, pero solo los miércoles. Durante el día ofrecen menús cerrados y de noche transmutan en una Izakaya para entregarse al tapeo made in Japan.
Es como un lugar secreto que cada vez lo es menos. Los cerveceros de Bilbao y del mundo entero ya tienen otro punto de referencia en el 'Taproom La Salve', en la quinta planta del Teatro Campos Elíseos. El proyecto, que nace en colaboración con el Grupo Iruña, es un santuario de la bebida lupulada con una oferta permanente de más de 50 variedades, entre propias de la marca e invitadas artesanas patrias y foráneas. El local es un ancho pasillo diáfano con bancos corridos de madera estilo merendero y unos ventanales que inundan de luz cada centímetro.
Para acompañar las espumosas proponen una carta donde combinan los clásicos maridajes cerveciles: codillo con puré de patata y cebolla caramelizada, trío de salchichas Hermann Thate, hamburguesas, alitas de pollo barbacoa… con especialidades de terruño y producto local como esa degustación de txistorra de Barriola, el bacalao salvaje con pilpil, club ranero y bizkaina, verduras asadas, y también exotismos como los pokes de salmón, de atún y también en formato vegano. Disponen de una oferta de plato del día más cerveza y postre por 11 €.
Canelón de pepino osmotizado relleno de tartar de dorada, salmorejo de temporada con gamba curada, vinagre fórum chardonay, manzana y apio rizado; paletilla de cordero a la miel con ajos confitados y cebollas, tataki de bonito con vinagreta de piparras… una carta sugerente o, en otras palabras, la normalidad de la cocina sin gluten.
Mateo Sierra, un ex MasterChef que ha hecho la mili en los cuarteles trisoleados de Ramon Freixa, Toño Pérez (Atrio) o Dani García, pone en marcha 'La Goyosa', en su Huesca natal, para demostrar que ser celiaco ya no es un problemón a la hora de salir a comer.
"Toda la carta es sin gluten, esa proteína maliciosa para muchas personas. Hemos creado un entorno seguro, pero que se sale de la monotonía. Hacemos el pan nosotros mismos. Esto me toca de cerca porque yo también soy celiaco y me ha obligado a buscarme la vida", comenta Mateo. "Aprovecho esa dificultad y lo convierto en una fortaleza. Al final es un restaurante para todo el mundo".
Defienden una cocina de autor, con guiños a otras gastronomías del mundo y con producto de cercanía. En su local hay varias zonas, con una barra en la entrada, donde también se puede comer con tres mesitas altas, y una sala más privada y recogida en el interior. Libertad para compartir una carta breve de 20 platos que irá evolucionando en el tiempo.
Llevan desde 1926 tirando cervezas y sirviendo toneladas de boquerones en adobo en Sevilla. 'Blanco Cerrillo' es una institución familiar del tapeo más tradicional. Ahora lanzan su tercera sucursal en el barrio de Triana. "Hemos abierto sin carta y sin ná", dice José Blanco. "Teníamos ganas de empezar aquí. Ha salido el sitio, la oportunidad y nos hemos liado". Está en el número tres de la calle Peñaflor, a dos pasos de cogollo de bares de la zona. Es una bodega pequeña, como sus hermanos. Y no va a haber sorpresas.
Su gancho es la fritura bien hecha a precios populares. Pavía de pescado, calamares fritos, croquetas de puchero, ensaladilla rusa, montaditos variados, tortilla campera, etc. La bodega luce los clásicos azulejos andaluces y su centro de gravedad es la barra. "Cerveza muy fresquita, bien tirada, y también manzanillas y otras cosas...", señala Blanco. "Aquí no entran ni 25 personas, tenemos para siete mesas y para de contar". En Triana aspiran a dar servicio a un público más local que seguro se alegrará de tener a la familia Blanco por vecinos.