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La tienda de complementos 'Salvador Bachiller' de la calle Montera parece a simple vista una tienda más. Pero no, en su interior alberga un rinconcito que la hace muy especial. Hablamos de su Jardín, un pequeño oasis en pleno centro de Madrid donde comer o merendar bajo un limonero (literalmente). "Siempre hemos querido jugar con ese factor sorpresa de que una persona entre en la tienda en busca de una maleta o un bolso, y que, de repente, descubra que puede comer o tomarse un café al aire libre, en una azotea rodeada de plantas", cuenta Lourdes Campelo, del Departamento de Marketing de Salvador Bachiller.
El ascensor que lleva a la cuarta planta, decorado como si estuviéramos en plena selva, nos da ya una pista de lo que encontraremos al salir de él. Diferentes tipos de plantas decoran el espacio. Su jardinera, Ana, nos enumera todas las especies que parecen abrazar las 18 mesas del café: "Hay limoneros naturales, potos, enredaderas, trepadoras, yedra, glicinias, falsos jazmines, olivos, un árbol de Júpiter, un árbol prunus y otro lucidum –los grandes del centro–".
Carlos lleva dos meses y medio de encargado en el Jardín, y su sonrisa de oreja a oreja delata que está encantado de trabajar en un espacio así, donde el verde manda sobre todo. "Aquí tenemos diferentes ambientes. El más solicitado por las parejitas es el columpio de la mesa 22. También gusta mucho el espacio que hay justamente debajo del limonero, y la mesa de la mecedora", cuenta Carlos. Además, "los limones de los propios árboles del jardín los utilizamos en la carta del restaurante, por ejemplo, para los mojitos", apunta el joven, mientras nos enseña una cesta llena de estos cítricos que acaban de recoger.
Para comer, la carta ofrece, sobre todo, platos para compartir con un precio medio de 12-15 euros. Entre los más solicitados están el hummus de garbanzos, remolacha y lentejas con crudités y pan (12 €) y una tabla de gyozas de pollo con dos salsas (10 €). El postre estrella es "El Jardín" (7,5 €): una macetita rellena de helado de chocolate, con base de brownie y galleta Oreo triturada simulando la tierra. Para comerla, una pequeña pala sirve de cuchara. Eso sí, toma nota porque si vas pasadas las 16:00 horas, el consumo mínimo por persona es de 9 euros. Otro detalle: cada plato, vaso, salvamantel que hay en el restaurante, incluso las tazas de latón donde colocan las servilletas, o las mantas que sirven para abrigar en invierno, pueden comprarse en la tienda.
Las vistas sobre los tejados de Malasaña y una cocina de fusión japonesa, peruana y mexicana es lo que ofrece el restaurante 'Parq', en la cuarta planta de 'El Paracaidista', un exclusivo showroom que apenas lleva un año abierto y donde encontramos desde productos gourmet, a joyas o piezas de decoración. Como un soplo de aire fresco en la ciudad, Parq propone con su decoración pasar "un día de campo".
El suelo de césped, las mesas y bancos de madera y los arbolitos que rodean un gran lucernario invitan a un picoteo relajado bajo unos originales toldos agujereados, por donde se cuelan los rayos del sol. También hay mesitas más íntimas y coquetas junto a la pared desde donde se contempla, a lo lejos, parte de la Plaza de España. Abierto hasta las 24:00 –excepto los lunes, que cierran–, el restaurante cambia de ambiente con la noche convirtiéndose en un afterwork muy casual.
Al mando de los fogones se encuentran los chefs David Suárez y José Antonio Lezama. En una pequeña cocina a vista, preparan platos con matices de tres países diferentes: Japón, Perú y México. De ahí que puedas pedirte desde unos nachos con guacamole a un delicioso sushi. Aunque, sin duda, los platos que más triunfan son "la ensalada Wakame Martini –con pulpo, salmón, tobiko y mayonesa spicy–, el pulpo con lemon grass y salsa picante, el Soft Shell Grab –cangrejo de concha blanda con puerro laminado, mayonesa yuzu y Sriracha– y el Blue Finn –tataki de atún rojo con sésamo tostado, manzana en tempura y mermelada de tomate–, y el Obama Roll –langostino en tempura con crema de queso y atún–", cuenta Fátima Tarazona, del Departamento de Comunicación de 'El Paracaidista'. Los precios medios rondan entre 12 y 18 euros por plato.
'Casa Granada' es uno de esos sitios que solo se conocen por el boca a boca. Es casi imposible que descubras tú solo este lugar de forma casual. Es fácil pasar de largo, porque nada indica que en el número 17 de la calle Cortezo se encuentra una de las terrazas de Madrid con las mejores vistas sobre la plaza de Tirso de Molina y los tejados del barrio de Lavapiés.
Un viejo portal de vecinos da acceso a esta terraza casi secreta en forma de "L" situada en la sexta planta del edificio. Ya en el descansillo, ninguna pista de hacia dónde te diriges. Más que ir a un restaurante, sientes como si estuvieras a punto de visitar a un amigo o llamar a la puerta de la casa de tu abuela. No es hasta que sales del viejo ascensor, cuando das unos pasos, y te topas con un azulejo que reproduce los versos del poeta Francisco de Asís de Icaza, grabados en el muro al pie de la Torre de la Vela: "Dale limosna mujer, que no hay en la vida nada como la pena de ser ciego en Granada".
Ahora sí, estás en 'Casa Granada', un espacio sin lujos pero con mucho sabor andaluz y cuyas vistas sobre Madrid merecen más de una visita. Por un lado, la plaza de Tirso de Molina, por otro, la calle Cortezo. Y en el horizonte, los tejados de Madrid. Marta Gonza lleva dos años tras la barra de este club social –público y gratuito– que sirve raciones y menús de martes a domingo. "Para entrar en el restaurante tienes que apuntarte en portería. Ser socio es gratuito y se hace entrega de un carné con validez de un año", cuenta. "Casi todos los clientes son del barrio, aunque también nos visitan turistas de vez en cuando", añade.
Los azulejos e imágenes que decoran la pared amarilla del local son toda una oda a Granada y a sus monumentos, sobre todo a la Alhambra. Lo mismo ocurre con su carta, donde no faltan las típicas frituras del sur, como los boquerones fritos, las tortillitas de camarones o los chopitos. Pero, sin duda, "las raciones que más gustan son los huevos mohínos –huevos fritos con patatas a lo pobre y pequeñas tiras de jamón– el bienmesabe y el remojón granadino", explica Marta, mientras sirve una jarra bien fría de cerveza La Alhambra.