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Un Ribeiro del territorio, la cecina y un pulpo cocido en su punto con unos cachelos que se deshacen en la boca -¡ay, que lo de la patata gallega es muy verdadero!- como entrantes, ayudan. Igual que la decoración de la sala y la tienda. Intenta recuperar el estilo de los antiguos bares, tascas y ultramarinos de mitad del siglo pasado.
Durante la breve espera -es un día de diario y no hay multitudes- se impone echar un vistazo reposado a la tienda. Bien cuidada, con productos de la zona en su mayoría. Las conservas y los embutidos de cerdo y de buey son recomendados. Los quesos, el vino y algunos licores te sacan de algún apuro si quieres llevar algo clásico de la zona.
Rosa toma la nota -jabalí con castañas y bacalao- mientras un cliente habitual -del pueblo y del bar-, Antonio Feijóo, no deja de hablar. Del menú, del pueblo y de su vida, que comparte con todos los comensales con bastante humor. Así que el ambiente familiar termina imponiéndose.
En los días soleados -hay muchos- ‘O Pepiño’ tiene su terraza en la principal plaza del pueblo, tras la iglesia de Santiago, muy hermosa. El local, como todo el centro histórico de la villa, tiene ahora fotos que recuerdan el rodaje de La lengua de las mariposas en 1998. A la puerta de muchos de los sitios que aparecen en la memorable película, se ha reproducido una escena ahí rodada.
De forma que un Ribeiro, una tapa en la terraza de la plaza -donde el tañer de las campanas puede interrumpir agradablemente la conversación- previa al menú del día -dentro o fuera-, pueden provocar uno de esos momentos que hacen agradables todas los excursiones, todos los viajes.