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A las puertas del célebre festival 'La Mar de Músicas' en Cartagena (del 20 al 29 de julio), que reúne el exostismo de las músicas del planeta, y del Festival Internacional del Cante de las Minas (del 1 al 11 de agosto), con toda seguridad el más importante en torno al flamenco que hay en el mundo –equiparable a la importacia del Festival de Cannes para el cine o a los Premios Emmy para la industria de la televisión–, te recomendamos tres sitios en la localidades murcianas de La Unión y Cartagena que son, además de peculiares, únicos y auténticos en su estilo.
Cuando María Gómez, cocinera de talento desbordante y cartagenera de corazón, y Adrián de Marco, sumiller, afilador de quesos y el complemento perfecto de María en la sala, decidieron abrir en Cartagena su proyecto gastronómico, no fueron buscando fama y fortuna, seguramente. Tuvieron que ser el amor a su tierra y la pasión por su trabajo los que les llevaron a trasladarse desde Madrid a una ciudad en la que no había nada parecido a lo que ellos soñaban, ni siquiera la certeza de que existiera un público para ello.
En esta primera etapa, María dio continuidad al estilo de cocina que había ejecutado en sus últimos trabajos. Precisión, gran sensibilidad y excelente producto la caracterizaban. Esto, combinado con una carta de vinos seleccionada con mimo y mucho criterio por Adrián, que escondía auténticas joyas poco frecuentes y difíciles de encontrar incluso para aficionados avanzados, fue suficiente como para convertirlo en el mejor restaurante de Cartagena al poco tiempo de abrirse.
La evolución desde entonces no ha podido ser más deslumbrante. Manteniendo los principios en los que estaba basada, la cocina de María ha hundido sus raíces en el recetario local, y ha reinterpretado con enorme brillantez los platos más emblemáticos de la zona, como ese Guiso de michirones que concentra en una yema de huevo.
Y ha creado platos formidables con productos de gran tradición en la región como es su Ensalada de cebolla asada y salazones que, además, sirve en una espectacular pieza de vajilla hecha a medida, y que da una idea de la pasión que tienen María y Adrián por Cartagena y su historia. Son solo dos ejemplos de lo que es un menú degustación impecable en todos los aspectos, como en su primera época, pero al que se añade ahora una personalidad única y arrolladora
El servicio de sala merece mención aparte. Adrián ha llevado a Cartagena los usos y costumbres de los mejores restaurantes gastronómicos de este país. El servicio del vino es académico y más propio de otra época por el cariño, tiempo y cuidado que Adrián le dedica. Cristalería Riedel de la que yo solo saco para mí en casa por temor a romperla, atemperado de copas, presentación de los vinos en la mesa…
Todo perfectamente cuidado y coreografiado para que la experiencia en este aspecto sea también redonda. Y la carta de vinos ha evolucionado a la altura y velocidad de la cocina de María para convertirse en una de las tres mejores de toda la región. Y si no sabes con qué quedarte, ponte en las sabias manos de Adrián, que te propondrá el vino perfecto para cada plato.
En este servicio de sala incluyo el apartado de la mesa de quesos, también gestionada con maestría por Adrián, influencia de la de su admirado 'Santceloni', y a la que poco tiene que envidiar. Colofón perfecto de una gran experiencia gastronómica de uno de los restaurantes que más están dando que hablar de la región de Murcia. Nivel para cosechar reconocimientos hay de sobra.
Situado en un lugar estratégico para un negocio de restauración, justo a la salida del teatro romano de Cartagena, visita obligada de la ciudad, 'La Catedral' no pasaría de ser un restaurante por encima de la media de los negocios orientados al turismo familiar si no fuera por su dueño, Pablo Cerezuela. Pocas veces una persona que no está en cocina marca y eleva tanto el nivel de un restaurante.
Cartagenero apasionado, hiperactivo y audaz, Pablo decidió abandonar una exitosa carrera profesional para dedicarse a su vocación. Él le llama "ser camarero para hacer feliz al público", pero está claro que esa descripción se le queda extremadamente corta.
Para ello, compró el edificio donde ahora se encuentra 'La Catedral' y lo reformó personalmente durante nueve años (se dedicaba a ello una vez acababa su jornada laboral y durante sus vacaciones). Y cuando uno se toma tantas molestias, no es para hacer cualquier cosa. Por la zona en la que se encuentra, en la reforma aparecieron innumerables vestigios de la presencia romana en Cartagena: muros, columnas, un impresionante pozo de agua utilizado en su día para la industria de los salazones, un aljibe...
Pablo, en lugar de tapar todo aquello y buscar una apertura y rentabilidad rápida, lo recuperó como si fuera un arqueólogo, y ahora lo muestra orgulloso mientras te hace un recorrido por la historia y cultura de Cartagena representada de alguna forma en cada rincón del local. Cada piedra, cada imagen, cada cristal o tela tienen sus significado y su historia y Pablo te la contará de forma rápida y amena, aconsejándote qué otros lugares de la zona debes visitar y qué excursiones no te puedes perder.
A nivel de cocina, la oferta está diseñada para contentar a todo el mundo: niños y mayores, carnívoros o veganos, gastrohipsters o 'clásicorros'. Todos encontrarán algún plato con el que disfrutar. Buenas ensaladas, carnes y pescado en raciones pensadas para compartir. Elaboraciones sin excesivos riesgos, con buen producto y adecuada manipulación.
Mención especial merece cualquiera de los platos de atún que se encuentren en la carta. Pablo se provee a través del mayor exportador de este pescado a Japón que hay en España, lo que garantiza un producto sobresaliente que presenta en diferentes elaboraciones.
A destacar su tartar y, si eres de los previsores (hay que encargar al menos con 24 horas de antelación), su formidable kokotxa de atún asada. Una pieza deliciosa y muy escasa que suele ir directa a la alta restauración y que Pablo se asegura a través de su proveedor de confianza.
Carta de vinos en la línea de la materia prima. Sin excesivas sorpresas o riesgos, pero pensada para que todos encuentren alguna opción con la que disfrutar la comida. Y desde luego, para los que sean de café tras los postres, no dejen de probar su académico y, no por ello menos formidable, Asiático. El café santo y seña de Cartagena. Una deliciosa y exótica variante del carajillo que aquí clavan. Y, por supuesto, con el Asiático pídele a Pablo que te cuente su historia. Lo disfrutarás el doble.
Traspasar la puerta de 'Bodega Lloret' es como coger el DeLorean del Dr. Emmet Brown y viajar a los años 60. Fundada el Día del Trabajo de 1951, el tiempo parece haberse congelado en su interior: el mobiliario, las botellas expuestas en sus estanterías, los barriles de donde sacan el mismo vino a granel desde hace décadas.
De una nevera de más de 70 años en perfecto estado, de donde Jesús Segura, gerente y alma mater del local que antes llevaban sus suegros, saca con prestancia quintos de Estrella de Levante al borde de la congelación. En la sala principal, pajarillos que conviven con los comensales hacen vuelos rasantes sobre sus cabezas y picotean las migas que caen al suelo. Autenticidad y encanto por los cuatro costados.
Dedica un momento a charlar con Jesús. Desde su desvencijado sillón de oficina es el perfecto anfitrión, con una simpatía desbordante y un sinfín de historias interesantes que escucharle. Hazlo mientras degustas uno de esos quintos bien helados y esperas que salga la primera ración de lo que es el producto estrella del local que no debes dejar de probar: sus anchoas.
Porque sí, amigos, en esta humilde bodega de un pueblo de Murcia se comen unas anchoas de Santoña absolutamente apoteósicas. Compradas en ruedas de 400 lomos, las mantienen en su salazón y, cada día, limpian exclusivamente las que estiman que se van a vender.
Esto provoca que las anchoas, de calibre '00', tengan un sabor muy intenso y salino, con una textura firme y tersa, gracias en gran parte al mimo con las que son limpiadas una a una, utilizando para desespinarlas unas pinzas. Venden también para llevar pero, si tienes esa intención, te recomiendo que las encargues cuando hagas la reserva o nada más llegar, ya que el proceso de limpieza es concienzudo y si se han acabado no se puede improvisar una ración en media hora.
Y si las anchoas justifican por sí solas plenamente la visita, el resto de viandas no desmerece en absoluto. Comida casera. De toda la vida. La misma que han venido dando a varias generaciones de clientes que siguen yendo año tras año a este mágico local. Pregunta por el guiso de cuchara del día: sus michirones (un plato típico de la zona a base de habas secas) son legendarios y levantan a un muerto. Y sus huevos fritos con patatas o las chuletitas de cordero lechal con ajetes. Todo con el mismo sabor que tenían los platos que te ponía tu abuela cuando te dejaban en su casa los fines de semana. La oferta es sencilla y corta pero altamente auténtica y satisfactoria.
Para beber, busca un vino por las estanterías. Entre los clásicos riojas y riberas jóvenes se esconde alguno viejo a precio de antaño. O si es verano, sigue con esos quintos helados, bebida "nacional" en la región de Murcia. O mejor aún, prueba uno de esos vinos que venden a granel, la única forma que queda de poder conocerlos porque ya no se embotellan para su venta al público. Vinos de otra época de los que no esperes una gran calidad pero que son, sin duda, diferentes y, sobre todo, exactamente los mismos que los unionenses llevan bebiendo durante más de 65 años. Toda una experiencia de arqueología enológica que cualquier buen aficionado no se debe perder.