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La prehistoria se puede estudiar y se puede comer en Burgos. Solo 17 kilómetros separan el yacimiento de Atapuerca, emblema internacional de la paleontología, de ‘Cobo Estratos’, una referencia gastronómica de la tradición y la evolución que el cocinero Miguel Cobo ha hermanado con la prehistoria para llevar al paladar el contenido de los libros de historia.
Este proyecto va mucho más allá de ser un mero restaurante y, como destaca su impulsor, se convierte en un “espacio gastronómico” en el que descubrir nuevas dimensiones de los sabores, las texturas, los alimentos y los vinos conforme a cómo se alimentaban hace millones de años aquellos ancestros. El espacio Evolución se nutre de este conocimiento para llevar a los fogones seis fases del desarrollo humano y combinar desde pichones a cigalas, de la sopa de vegetales a los corderos lechales, de jugos de raíces a ostras con esencia de olivas, para ofrecerle al comensal una experiencia inmersiva y saciar el hambre del conocimiento y el del estómago.
El chef sale a recibir con la franqueza por bandera: esta iniciativa lleva a los fogones y a los platos lo que él comenzó a visualizar tras percatarse de que el progreso de las personas, desde los ancestros homínido,s podía marcar una guía culinaria. “Aquí hago mis pedradas”, sintetiza el responsable, de 39 años, de un local dividido en dos partes: Tradición y Evolución.
Este último permite exhibir un alarde de creatividad basada en el rigor, pues el menú cuenta con la supervisión de responsables de Atapuerca para que ningún ingrediente se escape de las seis fases que componen esta experiencia. África, Atapuerca, Altamira, Neolítico, Roma y Mestizaje suponen un viaje desde hace cuatro millones de años hasta la actualidad, un trayecto explicado en 19 platos finamente compuestos para no dejar detalle al aire.
“Tenemos un equipo de superestrellas”, presume Cobo junto a la plantilla, que al poco de abrir el restaurante en 2015 logró una estrella Michelin y numerosos reconocimientos, como los Dos Soles Guía Repsol (en 2024), galardones que, junto al respaldo del público local y forastero, lo estimulan para seguir trabajando y ambicionando nuevas dimensiones. “Lo que digo, lo hago, es mi forma de ser y con este equipo me ha permitido llegar alto”, sostiene el chef procedente de Cantabria y con raíces en la cocina burgalesa, que le permitieron empezar pronto con el mandil y con la fusión de estilos, que ahora le han permitido encontrar una filosofía que da frutos y que cata solo un máximo de 18 comensales a la vez.
El encargado de que esta ruta histórica por sabores milenarios con toque moderno cuente con el mejor maridaje se llama Diego González y cuenta con el título de mejor sumiller de España. Él asume la responsabilidad de combinar esos bocados, en los que se mima la presentación con hasta viñas burgalesas como forma de colocar sobre la mesa los primeros manjares, con vinos internacionales seleccionados cuidadosamente para disfrutar de la bebida con el máximo respeto a la línea de Evolución.
Los vinos proceden desde Pampliega (Burgos) a California, Sudáfrica, Nueva Zelanda, Francia, Chile, Portugal, Italia o Jerez para alinearse con sake, hidromiel o una cerveza ancestral, y complementar las creaciones que Cobo dispone y que describe con el mismo fervor con el que habla de las fases históricas que han inspirado su obra.
Este equilibrio entre ambas pasiones se refleja en las estancias de este espacio gastronómico, donde incluso los frigoríficos tienen escrito con rotulador distintos períodos y sus características. También hay un área destinada a la investigación, pues una alianza con la Universidad de Burgos permitirá que nuevos creadores gastronómicos se empapen, y sugieran innovaciones, allí donde se almacenan en frascos todo tipo de compuestos.
Además, se observa cómo las salazones o los ahumados permitieron la evolución humana, pues con avances como este se pasó del modelo nómada al sedentarismo, que conllevó la agricultura y la ganadería tras esa fase de caza y recolección también trasladada a lo gastronómico.
Las “encrucijadas de la humanidad” y las “hipótesis” que fundamentan el trabajo culinario de Miguel Cobo tienen su espacio de reflexión en su pequeño despacho, donde reflexiona sobre las nuevas derivas de su producción. En esa sala, donde el tirón burgalés se nota hasta con un vinilo del grupo local La M.O.D.A., almacena algunas de las libretas que siempre lo acompañan, por si la inspiración irrumpe cuando menos lo espera y debe escribir ese pensamiento fugaz. “Intentamos mezclar mi guiso con la técnica”, señala Cobo.
Los camareros muestran su conocimiento sobre los detalles que marcan las recetas, compuestas con productos de “kilómetro 0 siempre que se puede”, con Castilla y León como protagonista en muchos platos y complementando con “la mejor calidad” cuando corresponde. Solo así pueden generar gustos como el del tembloroso de crustáceos, infusión en frío de vegetales y algas y cigala del Cantábrico; carne de maduración extrema con merengue salado; morrillo de atún en su jugo, halófilas y pesto de hierbas frescas, o panna cotta de almendras, escarcha de tomate especiado, ciruelas y albahaca.
Estas delicias desfilan en un menú disponible de viernes a domingo que se complementa con el Tradición y con el dispensado a diario, que sirve para que muchos visitantes entren en contacto con el estilo de este cocinero y se atrevan a experimentar con el menú Evolución, la joya de este lugar.
La decoración ayuda a lanzarse hacia esta aventura para los sentidos, pues una de las partes del establecimiento cuenta con esculturas, pinturas y fotografías que sirven para expresar artísticamente el proceso que se intenta relatar con los sabores, con el arte como caudal. “Esto es un sueño hecho realidad”, sentencia el encargado de que la historia se pueda paladear mediante una versión renovada de la sabiduría culinaria adquirida por nuestros ancestros desde hace millones de años.
‘COBO EVOLUCIÓN’ - Plaza de la Libertad, 9. Tel. 947 02 75 81.