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Hay un hecho irreprochable: la cerveza es, por antonomasia, una de las bebidas preferidas de nuestros aperitivos. Pero también supone (permítanos este inciso en cifras que tomamos de la asociación Cerveceros de España) un negocio muy importante para el país porque: casi 90 % de la cerveza que consumimos es de fabricación nacional; somos el cuarto país productor de la Unión Europea (solo después de Alemania, Reino Unido y Polonia) y tenemos un club de Beer Runners, una Birrapedia y un concurso internacional para encontrar la mejor cerveza artesana.
Dicho esto, además de las grandes marcas, hay iniciativas más pequeñas (que ya empiezan a pisar fuerte) que ponen en valor una producción manual, con bebidas sin filtrar ni pasteurizar, que prescinde de aditivos químicos y cuyo resultado es un producto vivo, como el vino, que se conserva de manera natural gracias al alcohol y al lúpulo, que es antiséptico y antibacteriano.
El punto de partida que se sigue es el mismo que el de una cerveza de gran marca. Se parte del agua, la malta (entiéndase cualquier cereal que ha sido malteado, es decir, tostado y secado para obtener azúcar), el lúpulo y la levadura que se ponen a hervir y a fermentar.
Las diferencias, nos explica Txema Millán, del equipo de Birrapedia, es que las artesanales son de alta fermentación –en otras palabras, que las levaduras trabajan a más temperatura y en la superficie– y que “las marcas industriales funcionan con extractos de lúpulo, por ejemplo, y usan cereales que dan más rendimiento como el arroz o el maíz”.
Catalunya ha sido el punto de partida del este “boom cervecero” que nació en esa Comunidad Autónoma y que, bien por negocio, como emprendimiento durante la crisis o por afición, ha ido ramificándose a otras regiones del país.
Una de las fábricas más veteranas es Montseny, que nació en Barcelona, en 2007, elaborando cervezas de la familia Ale con cuatro referencias. Hoy suma 11, incluyendo la primera con certificación ecológica de Catalunya.
Ese mismo año surgía, en Girona, la Societat Birrart, que comercializa la Moska de Girona, que cuenta con un nutrido grupo de entusiastas consumidores y el apoyo de muchos restaurantes de la zona.