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Somos felices con más horas de luz, viviendo esos ratos (aún breves) sin bufanda, pero podríamos tener momentos de falta de energía, de desconcentración, de sensación de debilidad. No hace falta que nos atiborremos de vitaminas (salvo que nos las recete el médico) ni cambiar demasiado los hábitos (si son los que deben ser), nos basta con saber que una dieta variada y equilibrada es perfecta para combatir no solo la astenia primaveral, sino cualquier otro trastorno alimenticio. Si aún necesitamos un empujoncito, aquí van algunas recomendaciones.
Polen. Este suplemento natural es conocido por sus propiedades revitalizantes y vigorizantes y su alto contenido en vitaminas (entre otras, B12, C y E).
Ginseng. Muy popular en China, donde se creía que poseía propiedades medicinales capaces de curar cualquier enfermedad, esta raíz es rica en fibras, vitamina C y minerales.
Fresas y fresones. Nos permitimos hacer esta distinción porque se parecen pero no son lo mismo. Las primeras, las de verdad, son pequeñitas, tienen la superficie rugosa y son muy aromáticas. Los segundos, los que hoy nos venden como fresas, son más grandes, más resistentes y baratos. Ambos contienen vitamina C y, sobre todo las fresas, tienen propiedades antioxidantes y antiinflamatorias.
Plátanos. Suelen tomarse solos o en batidos, aunque hay quienes los han llevado hasta los fogones para convertirlos en ricos flanes de alta cocina. Ellos, que viajaron de Canarias a América (y no al revés) y que aterrizaron en el archipiélago provenientes de Asia, son el complemento energético ideal para todo el que necesite una aportación más de energía, como niños o deportistas. Incluso, son perfectos para las bajadas severas de potasio.
Frutos secos. Pipas de girasol o de calabaza, maíz, almendras, anacardos, nueces, avellanas son ricos en grasas saludables y nos darán un extra de energía. Son perfectos solos, en ensaladas o con yogures y frutas.
Otras frutas de temporada. Habrá que esperar unas semanas, pero no desesperemos porque, inexorablemente, llegarán los días de jugosos, dulces y sabrosos albaricoques (con su alto contenido en vitaminas A, B, C y K); cerezas (con propiedades antioxidantes y vitamina C) y nísperos (con sus cualidades diuréticas).
Espárragos verdes y blancos. Con jamón y huevo escalfado o apenas pasados por la plancha con un poco de flor de sal y aceite de oliva virgen extra, los espárragos “de abril para el amo, de mayo para mí y de junio para ninguno”. Corramos a comprarlos, que ahora están fresquísimos, en su punto justo de amargor y firmeza. Por cierto, la diferencia entre los verdes y los blancos es que los primeros tienen clorofila y los segundos no, porque crecen bajo tierra, escondidos y resguardados de la luz del sol.
Cereales (mejor si son integrales). Trigo, arroz, maíz contienen fibra y son el combustible de nuestro organismo. Una dieta equilibrada supone que entre un 60 y un 70 % de las calorías provenga de hidratos de carbono.
Agua. “El agua no va a depurar nada, en sí misma”, nos dice Beatriz Beltrán, profesora de Nutrición y Dietética Culinaria y Gastronómica de la Universidad Complutense de Madrid, pero para la salud es fundamental mantener el nivel correcto de hidratación (nuestros riñones funcionarán mejor, eliminaremos las toxinas y el metabolismo funcionará correctamente). ¿La medida? Ya lo saben, ocho vasos a lo largo del día.